por Ezequiel Toti
A principios del siglo XIX en Londres y
Paris ya se comenzaba a hablar del dandismo, aquella (no moda) sino más bien ‘’actitud’’,
fiel representante de la autonomía moderna que busca ser la contra de la
“normalidad” burguesa. El dandy masculino buscaba con la selección obsesiva de su outfit dar un mensaje: vestir con
personalidad demuestra que la cotidianeidad es un canal por el cual se aprecia
una vida vivida como una obra de arte, y que uno mismo puede ser su
auto-diseño.
Por otro lado sobre el dandismo femenino
se ha escrito bien poco, quizás porque ha sido un fenómeno que se da por
descontado al ser la sensibilidad artística una cualidad innata en el sexo
débil, o al menos en la mayoría de sus referentes, y si bien Baudelaire,
Brummell, Wilde.. sentaron las bases, han
dejado un pathos que ha sido seguido por mujeres de la talla de Elsa von
Freytag-Loringhoven, Marlene Dietrich, Georges Sand y hasta Eva Peron; el dandy y desde ahora “la
dandy” es, ante todo, alguien con un poder de seducción irresistible.
La mujer –que de por sí es una obra de
arte– ahora tiene la posibilidad de ser
libre a través de su vestir; ya no es una esclava de la moda sino una productora
de su propio diseño personal lo cual la hace doblemente bella. Me viene en
mente la actriz argentina Calu Rivero, notable por su estilo estrafalario y
atrevido, en el cual mezcla sombreros con ponchos o lentejuelas y parece
despreciar las carteras Louis Vuitton o los autos de alta gama.
Como dije antes, una mujer que crea es
doblemente bella y, más aún, si su creación esta ejemplificada en su día a día,
esta belleza va de la mano de su capacidad creadora de vida y de la noción de
que lo bello está unido directamente a lo justo, bueno y verdadero, siendo el
mundo, a pesar de todo, algo bello, obra de Dios y, por tanto, la belleza uno
de los caminos que conducen a Él.
En épocas de culto a lo feo es bueno
recordar el concepto de Dostoyevski : “La
belleza salvará al
mundo”. Precisamente porque la
belleza se encuentra en lugares donde no se suele buscar en el mundo
postmoderno como en el dolor, la mujer-madre entiende el dolor; es por eso por
lo que la mujer postmoderna tiene la posibilidad de retomar el sendero de las
mujeres dandies, de liberarse y canalizar su pasionalidad a través de la
identidad que le ofrece este arquetipo otrora sólo masculino, de ser la contra
al exhibicionismo que no deja lugar al misterio, fuente de todo arte y ciencia
verdadera como decía Einstein (¿alguien puede negar que el hombre prefiere lo
sugerente y misterioso antes que una imagen ‘’regalada’’ de lo que sueña en su
objeto de deseo?) o, por otro lado, el exceso de misterio (por ej. los burkas,
en Oriente), que crea una uniformidad que anula la posibilidad de belleza:
nadie ama lo que ignora (ignoti nulla cupido).
La belleza salvará al
mundo; entonces, quizás el mundo sea salvado por la mujer.-
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