viernes, 23 de junio de 2017




En  nuestra Argentina agrietada por el odio, la violencia y la sed de  venganza, uno de los debates recurrentes es sobre el número exacto de desaparecidos,  en el último gobierno militar, de 1976 a 1983. Pasaron cuarenta años, y  muy lejos estamos aun de la definitiva reconciliación nacional. Para  ello bien vendría –lo venimos repitiendo, con insistencia- un amplio  olvido y perdón, borrón y cuenta nueva, que con un generoso indulto y  amnistía tienda un manto de pacificación; y deje en libertad a los  militares presos (en su gran mayoría ancianos, sometidos a indignísimas  condiciones de detención), ya que los guerrilleros están todos libres, y  con altos cargos y sueldos del Estado.

Desde la izquierda revanchista y los organismos de derechos humanos  se impuso, ideológicamente, un número redondo, indiscutible y  obligatorio, de 30.000. Igualmente, desde otras estructuras, públicas y  privadas, la cifra es muy inferior, y no llega a los cinco dígitos.  Recomiendo, vivamente, el lúcido artículo que acaba de publicar nuestro  Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, 29.999. Revisionismo y revisión de la historia, sobre el número oficial que busca imponerse por ley. Allí destaca que “todo se mezcla: ideología, rencor, aspiraciones políticas y dinero; algunas tragedias también son negocio”.

Lo  cierto es que, sumergidos en un debate sin fin, que sigue matando  nuestro presente, e hipotecando nuestro futuro, nos olvidamos de muchos  otros desaparecidos; que tampoco tienen sitio oficial de  sepultura, lápida y nombre: los niños abortados. Ellos no encienden  polémicas tan ardientes como las de los años setenta; pero son una  herida abierta y permanentemente sangrante, en nuestra Argentina  humillada por propios y extraños.
No  se conocen estadísticas serias sobre los niños abortados en nuestro  país. El feminismo marxista y la ideología de género, con sus cifras  manipuladas e inverosímiles, solo hablan de la presunta cantidad de  madres muertas durante los abortos clandestinos; y callan, a  propósito, que también en esos casos mueren u otra mujer o un varón,  según sea el sexo de los niños que son matados. También allí está el  siniestro negocio de la oligarquía mundialista, del Nuevo desOrden Mundial, y el narco-porno-liberal-socialismo del siglo XXI, y sus nefastas políticas antinatalistas.

Patético  contubernio de la supuesta derecha y la supuesta izquierda: en la  agenda antivida y antifamilia están siempre de acuerdo; votan las mismas  leyes y persiguen, con idéntica saña, a los auténticos opositores.  Mientras ellos se turnan en el poder, los multimillonarios titiriteros  que los manejan muestran toda su ferocidad; especialmente contra los  países pobres de Hispanoamérica, África y Asia. Claro está, todo  disfrazado de palabritas mágicas como democracia, libertad, derechos humanos, salud de la mujer, derechos sexuales, salud reproductiva, y una serie de eufemismos con los que ocultan –cada vez menos, pues van quedando al descubierto- su antropófago imperialismo.
El  recientemente fallecido padre Juan Claudio Sanahuja -sobre el que  todavía estamos esperando un verdadero homenaje; especialmente del Opus Dei,  al que perteneció- lo advirtió de manera contundente en su libro “Poder  global y religión universal”, de obligatoria lectura. Aborto,  eutanasia, promiscuidad, promoción de las prácticas y uniones  homosexuales, y exterminio del matrimonio y la familia son constitutivos  de la reingeniería social, con la que quieren liquidar,  definitivamente, lo poco que queda de civilización cristiana. Y, detrás  de ello, está todo el poder real del dinero, como la Fundación Bill y  Melinda Gates; Mark Zuckerberg, de facebook; y otros que ni aparecen, y  operan en las sombras.

Queremos,  ciertamente, que nunca más haya desaparecidos. Para ello, claro está,  necesitamos convertirnos en guerreros de la vida; de toda vida humana,  pues ante Dios no existen las personas descartables. Y ello se logrará  el día en que busquemos, en serio, el Reinado Social de Cristo. Solo  entonces dejaremos de postrarnos ante los amos del mundo. Solo entonces  dejaremos de ser los peores esclavos; de los que se creen libres…
+ Padre Christian VIÑA

LA PLATA, miércoles 21 de junio de 2017.
San Luis Gonzaga; dignísimo modelo de pureza.

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