domingo, 10 de marzo de 2019



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Texto: Juan Antonio López Larrea. La madre que me parió nació anunciándose la guerra civil.
La madre que me parió nació en una familia -los Larrea- pobre. Pero pobres de cojones. No eso de: “uy, no tengo dinero”… ¡que va!. Pobres de compartir camas hermanas con hermanas y hermanos con hermanos. Y una tortilla de harina pa seis.
La madre que me parió nació en una familia pobre pero honrada. Mis abuelitos sacaron adelante con su esfuerzo -enorme esfuerzo- seis criaturas.
La madre que me parió cursó primaria y bachillerato durante “la dictadura”.
La madre que me parió sacó una carrera universitaria -Maestra Nacional- durante “la dictadura”.
La madre que me parió tuvo tres hijos, los crio amorosamente, educó, enseñó en valores, en respeto, en estilo… tres proyectos de buenas personas y útiles para nuestra -hoy moribunda- sociedad, y para con su patria.
La madre que me parió… es mujer.
¡Que gilipollez!, ¿verdad?, algo tan obvio…
La madre que me parió siempre me pareció una mujer feliz.
La madre que me parió es una mujer plena, fue dichosa mientras vivió mi padre y yo creo que nunca se sobrepuso a su perdida.
La madre que me parió… por mucho que pretendan contarme en La Sexta, en Podemos, en el Soe, en las asociaciones feministas y en definitiva: en todos aquellos MISERABLES que parasitan esta mierda de sociedad, ELIGIÓ libremente su opción y se entregó a ella en cuerpo y alma.
La madre que me parió ha sido y será un referente en mi vida, incluso a pesar de que los estragos de la edad hayan hecho mella en ella.
Quiero dejar esto escrito antes de que mis descendientes por llegar, o incluso mis propios hijos, crean toda la basura que se está vertiendo actualmente.
Mienten. Y mienten como las hienas que son, todos aquellos cuyo último fin es la destrucción de nuestra civilización.
Pero, la madre que me parió me enseñó que los pobres solo poseemos por derecho la patria que nos alumbró, y esa lección la llevo grabada a fuego en mi piel. Tal vez para otras lecciones no resulté un alumno tan aplicado, pero esta fue la primera que me enseñó y la que nunca traicionaré.
Oigo en La Sexta que en un colegio de “no-se-cual-localidad-española” los maestros propusieron que los niños no salieran al patio para “entender lo que sentían antiguamente las niñas”…
¡¡La madre que me parió!!.
Mi madre, Concha Larrea Martínez, pobre… ¡pero pobre de cojones!, estudió en un Colegio Nacional, saltaba a la comba en su recreo y tendría -digo yo- sus novietes, bailó en guateques y seguro que se dejó robar más de un beso, fue joven y disfrutó de su juventud, estudió aquello que su vocación le indicó, fue madre, leyó a José Antonio, a Ledesma, a Ortega y Gasset… y a Clara Campoamor, y tuvo una vida dichosa… exactamente la que ella eligió.
Y en mi casa, todos los hermanos tuvimos el mismo cariño y las mismas oportunidades.
La madre que me parió -la pobre- no consiguió hacerme hablar bien, ¡que se le va a hacer!: estoy hasta los cojones de tanta mentira.
La madre que me parió no necesita manifestarse el día 8… lleva toda su vida haciéndolo.
Articulo de nuestro portal hermanado Numen Magazine y reproducido con permiso del autor.

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