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Por Lic. Leila F. Estabre
i. La posmodernidad y el relativismo dogmático
Sabemos que esta época convulsionada que nos ha tocado vivir se ha dado en llamar "posmodernidad". Se trata de un período histórico que va desde fines del siglo XX (aproximadamente desde 1970) y se extiende hasta la fecha. Este término se popularizó a raíz de la publicación de una obra llamada "La condición posmoderna" en el año 1979, del filosofo francés Jean-François Lyotard.
Comenzando a examinar este término y en relación a la época que evoca, podemos decir esta era no posee un carácter propio, una característica que la envuelva y la defina, sino que ya su nombre da cuenta de un asunto insípido. La "posmodernidad" se nombra por la falta y por la ausencia de sentido intrínseco. Se nombra en relación a algo que no es.
Y efectivamente, la posmodernidad es la época de lo que no es: condición propia de los postulados ideológicos que la sustentan. La posmodernidad es, simplemente, "eso" que sigue a la modernidad. En otros términos se trata de algo ambiguo, desfigurado, sin cara y sin identidad propia.
Para terminar con este artículo, haremos unas breves reflexiones finales. Se dice que la posmodernidad es la era por esencia pacifista, ya que no busca contradecir ni discutir opuestos, sino que llanamente (y en lo aparente) no se opone a ninguna afirmación. Según la posmodernidad todo es válido, todo es subjetivo, no hay necesidad de pelear por encontrar la verdad. ¡Aquí es cuando debemos subir la guardia! Esta "paz" que nos vende el relativismo, es la falsa paz del mundo, de la cual ya habíamos sido advertidos por Nuestro Señor Jesucristo: "os dejo la paz, mi paz os doy; mas no como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Juan 14, 27).
Comenzando a examinar este término y en relación a la época que evoca, podemos decir esta era no posee un carácter propio, una característica que la envuelva y la defina, sino que ya su nombre da cuenta de un asunto insípido. La "posmodernidad" se nombra por la falta y por la ausencia de sentido intrínseco. Se nombra en relación a algo que no es.
Y efectivamente, la posmodernidad es la época de lo que no es: condición propia de los postulados ideológicos que la sustentan. La posmodernidad es, simplemente, "eso" que sigue a la modernidad. En otros términos se trata de algo ambiguo, desfigurado, sin cara y sin identidad propia.
Esta era de relativismo dogmático es el fruto maduro de la época moderna pasada que sentó las bases para la destrucción de la Verdad como concepto. La destrucción del concepto de verdad se extrapola y afecta a todos los ámbitos de la vida individual y social, incluso los más íntimos y cotidianos, como el hogar y la familia. La modernidad fue la época donde se logró efectivamente instalar la idea de que la Verdad como tal no existe, que no posee entidad; al mismo tiempo que se buscó y se consiguió borrar la noción de realidad y objetividad de la cosa más allá de la propia subjetividad. Así se postuló, entonces, que todo es relativo. Los padres por excelencia de este cometido son Kant y Hegel, artífices del idealismo, que identifica a la realidad con la razón: la razón, la propia subjetividad, es lo único verdadero.
Por lo cual, volvemos a aclarar que esta época que vivimos no responde a un proceso de decadencia, sino que ese proceso ya se efectivizó y se consumó en la modernidad. Esto que se llamamos -o conocemos- como posmodernidad es la época donde nos toca lidiar con el gusto amargo de los frutos modernos. Es el siglo donde obtenemos el fruto maduro: la pérdida de la noción de Verdad.
Por lo cual, volvemos a aclarar que esta época que vivimos no responde a un proceso de decadencia, sino que ese proceso ya se efectivizó y se consumó en la modernidad. Esto que se llamamos -o conocemos- como posmodernidad es la época donde nos toca lidiar con el gusto amargo de los frutos modernos. Es el siglo donde obtenemos el fruto maduro: la pérdida de la noción de Verdad.
No es que la posmodernidad se pelea con la verdad, sino que sus bases "filosóficas" afirman que no existe, y aún más, ni siquiera importa si acaso existe. Este es el relativismo dogmático. Es un dogma de fe afirmar sin más que todo es relativo, ademas de ser un absurdo y una contradicción.
ii. La contradicción dogmática relativista
La contradicción de este relativismo consiste en afirmar dogmáticamente que no existe la verdad.
Al mismo tiempo que se se afirma que todo es relativo, se absolutiza el concepto dogmático e incuestionable de que todo es relativo. Entonces en verdad no existe lo relativo, sino que se trata de una puja de poder expresada en quienes tienen el poder suficiente para declarar qué es relativo y qué no lo es.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) son estos entes propios de la llamada posmodernidad, que poseen la suficiente cuota de poder para determinar qué es "relativo" y qué no es relativo, qué es discutible y qué no es discutible, y qué cosas debemos aceptar como absolutas. Se comporta así como una especie de falsa religión, con sus dogmas indiscutibles, sus templos (los satélites de estos organismos que se instalan en todo el globo), sus oraciones, su liturgia, su credo y sus fieles defensores. Esta falsa religión del relativismo es de tipo global, y encuentra adeptos en todas las naciones.
iii. Esquizofrenia social y generalizada
La esquizofrenia (del griego clásico σχίζειν schizein 'dividir, escindir, hendir, romper' y φρήν phrēn, 'entendimiento, razón, mente'), vendría a definirse como una "división del entendimiento", una "escisión de la mente".
El sentido de esquizofrenia social radica en que el hombre "posmoderno" tiene su mente escindida entre lo que le dicta el mundo y lo que cree en lo concreto. El hombre "común", en su corazón, sabe que hay absolutos y sabe que existe la verdad. Sabe de lo concreto, pues le toca en su vida cotidiana relacionarse con lo real. Cuando cruza la calle, sabe que debe mirar a ambos lados, ya que el relativismo no lo salvaría de que sea atropellado. Jamas se le ocurriría tirarse por una ventana para evitar las escaleras cuando está ocupado el ascensor. No comería vidrio ni aunque trataran de convencerlo de sus altos niveles nutricionales. No haría todo esto, sencillamente porque sabe que las cosas sí tienen un sentido. Pero todo el tiempo es bombardeado por el relativismo, todo el tiempo se le dice que aquello que creía concreto, es líquido. Así, de alguna forma, su realidad y sus relaciones se hacen líquidas, y todo a su alrededor se desmorona. No encuentra bases estables. Todo parece desplomarse como un castillo de naipes y tiene la sensación de que su vida se construye sobre arenas movedizas. Presiente que su débil castillo mañana puede ser derribado por la menor brisa y tiembla ante la más pequeña amenaza. Así el hombre se vuelve desconfiado, vaciado y temeroso. No extraña, entonces, que esa sea la sensación con la cual la mayoría de las personas posmodernas "viven", o más bien, sobreviven, como en un sueño aletargado. Y si no, miremos es últimos años cuanto han crecido las consultas psicológicas por la inestabilidad emocional social galopante.
La contradicción es el signo por excelencia. La realidad combate frente a la ideología en la mente de las personas. Se trata de una batalla psicológica, con serias consecuencias físicas, sociales, materiales y simbólicas. Esto lo podemos ejemplificar perfectamente con el fenómeno sanitario en curso, manifiesto desde fines del año 2019. A pesar de que el mundo nos dice que todo es relativo, la Organización Mundial de la Salud se erige en la autoridad indiscutible y absolutista por excelencia, lanzando directrices a seguir por todas las naciones. Este fenómeno sanitario mundial, que ha pasado de ser meramente una cuestión de salud para convertirse en un método de gobierno, no admite observaciones, ni críticas, ni miradas alternativas a las promulgadas por estos organismos internacionales. Lo que sucede es que en verdad es el poder quien dirige lo qué es cuestionable, o lo qué es digno de censura. No hay tal subjetivismo: el relativismo es una mera fantasía, que solo encuentra partidarios en los desprevenidos. Todo es relativo, excepto lo que no conviene al poder. Todo es relativo, excepto lo que dictan los organismos internacionales absolutistas.
La contradicción es el signo por excelencia. La realidad combate frente a la ideología en la mente de las personas. Se trata de una batalla psicológica, con serias consecuencias físicas, sociales, materiales y simbólicas. Esto lo podemos ejemplificar perfectamente con el fenómeno sanitario en curso, manifiesto desde fines del año 2019. A pesar de que el mundo nos dice que todo es relativo, la Organización Mundial de la Salud se erige en la autoridad indiscutible y absolutista por excelencia, lanzando directrices a seguir por todas las naciones. Este fenómeno sanitario mundial, que ha pasado de ser meramente una cuestión de salud para convertirse en un método de gobierno, no admite observaciones, ni críticas, ni miradas alternativas a las promulgadas por estos organismos internacionales. Lo que sucede es que en verdad es el poder quien dirige lo qué es cuestionable, o lo qué es digno de censura. No hay tal subjetivismo: el relativismo es una mera fantasía, que solo encuentra partidarios en los desprevenidos. Todo es relativo, excepto lo que no conviene al poder. Todo es relativo, excepto lo que dictan los organismos internacionales absolutistas.
iii. La falsa paz del mundo
Para terminar con este artículo, haremos unas breves reflexiones finales. Se dice que la posmodernidad es la era por esencia pacifista, ya que no busca contradecir ni discutir opuestos, sino que llanamente (y en lo aparente) no se opone a ninguna afirmación. Según la posmodernidad todo es válido, todo es subjetivo, no hay necesidad de pelear por encontrar la verdad. ¡Aquí es cuando debemos subir la guardia! Esta "paz" que nos vende el relativismo, es la falsa paz del mundo, de la cual ya habíamos sido advertidos por Nuestro Señor Jesucristo: "os dejo la paz, mi paz os doy; mas no como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Juan 14, 27).
La paz del mundo, no es la verdadera paz. No puede haber paz sin Verdad. Seamos lo suficientemente valientes para buscarla, para encontrarla, para amarla, y para seguirla. A eso nos exhorta el Señor. "Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo" (Juan 16, 33).
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