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Alvaro Real - publicado el 24/04/22
El Dj neoyorkino afirma odiar la idea de un Dios que castiga. Una vida compleja marcada por adicciones e intentos de suicidio, pero también con una profunda y sincera búsqueda de Cristo.
Es todo un personaje. Posiblemente una de las más grandes figuras de la música moderna. Un vida compleja de búsqueda de algo más. Su nombre: Richard Melville Hall, aunque todo el mundo lo conoce como Moby.
No me gustan las etiquetas y Moby es un gran ejemplo de que a las personas es muy difícil etiquetarlas. Descediente del autor de Moby Dick, nació en 1965 en Harlem. Su padre murió cuando tenía dos años en un accidente de coche relacionado con el abuso de alcohol. Su madre, una hippie trabajadora que fumaba marihuana, pintaba y andaba con músicos. Una infancia difícil y descontrolada.
Aprendió a tocar la guitarra y empezó a formar grupos de Punk. Sus nombres son graciosos: “Los Comandos Vaticanos, Escuadrón de Ataque para Dios o La Fraternidad”. Incluso Hijo del Vudú se llegó a llamar. Comienza la música House, se hace pinchadiscos, juega con sonidos electrónicos y compone. Se va agrandando su figura y se hace de oro. Su llegada a la cima le destrozó: adicciones, drogas, sexo, depresión e intentos de suicidio.
En todo esos momentos alguien le sostuvo. Moby descubrió el cristianismo de joven, le encantaba la música gospel y se enamoró del Nuevo Testamento. Se considera un cristiano, él dice que poco convencional. Dice que es un enamorado de Cristo y que aunque intenta vivir según sus enseñanzas, muchas veces fracasa. Por eso dice no merecerse llamarse cristiano.
No seré yo quien juzgue la vida de un cantante en continua búsqueda con una vida marcada por situaciones personales muy complicadas. En una entrevista Moby declaraba: «Oro todo el tiempo» y afirma que pide: «sencillamente que se haga la voluntad de Dios y no la mía».
Fuente: Aleteia

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