miércoles, 1 de noviembre de 2023

 


Una historia que merece ser contada…

Por Angelo Polizzotto*

Al mirar la historia del pasado, siempre se encuentran en cada época hombres que se destacaron de otros, en cada sector de la sociedad, dando muestra de su propia luz y siendo ejemplo para los demas a lo largo del camino.

En un pequeño país, en la provincia (entroterra) del Lago Maggiore, el 6 de Mayo de 1921, nació Gianfranco Chiti… Pasó su niñez en Inglaterra, pues su padre era primer violín en la filarmónica de Londres, y después en Pesaro, su ciudad adoptiva, lugar en que hoy descansa en paz, en la tumba de su familia, cerca de su adorada mamá.

Con 15 años se inscribe en la Escuela Militar de Milan: su ánimo era patriótico y tenía una fe inquebrantable en los valores de la Patria.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, en calidad de joven Subteniente, fue enviado en el teatro de operaciones en Eslovenia y en Croacia y después al frente Greco Albano, donde fue  herido varias veces.
Luego, como voluntario, fue enviado a Rusia. Ahí, con la octava armada, participó en la Batalla de Kharkov, donde por mérito especial en batalla fue decorado con la Cruz de Guerra al valor militar.
Gianfranco Chiti, como peregrino en los varios teatros de guerra nunca dejo de defender a sus soldados, arriesgando siempre su propia vida; del mismo modo cuando eligió formar parte de la República Social (1943-45, ndt) para honrar el juramento que había hecho y no escapar.

El mismo siempre defendió y salvó a muchísimos de los partisanos, muchas familias de religión judía,  muchos pueblos y aldeas del Alto Piemonte, que habían sido elegidas por las tropas nazis para ser rastrillados y destruidos.
Siempre se apoyó en su fe, sin jamas abandonarla, también cuando al final de la guerra mundial tuvo que ser tomado prisionado en las cárceles nuevas de Torino,  en los campo de concentración de Tombolo, Coltano y Laterina, de dónde salió el 20 de diciembre de 1945 con orden de expulsión hacia Pesaro.


Esperando poder volver a su servicio, después de los varios testimonios que llegaron en su favor, en los años escolásticos 1946 48,  fue también profesor de matemática y física en el Liceo Ginnasio Giuseppe Calasanzio de los padres Escolapios en Campi Salentina Lecce.
El 31 de marzo de 1948 fue enviado al Primer Regimiento Granatieri di Sardegna en Roma... Su camino de uniformado lo llevo a Somalia como comandante del cuartel general del comando de las fuerzas armadas en Mogadiscio.
Cuando volvió a Italia fue director del curso Allievi Ufficiali Somali en la Escuela de Infantería de Cesano, Roma.


Después de haber trabajado con muchos encargos de comando dentro de la estructura de especialidad de los Granaderos, llegó a Roma en 1969, a la Escuela Allievi Sottufficiali de Viterbo como vicecomandante.
Desde junio 1970 hasta septiembre 1973 trabajó como empleado en el Estado Mayor del Comando de la Región Militar Central en Roma pero el destino llevo otra vez el comandante Chiti a la escuela Allievi Sottufficiali dell'Esercito, ahora con el cargo de comandante. Era el 20 de noviembre de 1973. 

Pasaron casi 5 años de gloria para todos nosotros sus estudiantes, jóvenes con 16/18 años, en un instituto de formación del ejército italiano, muy jóvenes, buscando buenos maestros que pudieran hacernos un día buenos comandantes y buenos ciudadanos.

Casi 1500 estudiantes pasaban cada año en aquella escuela militar. Me acuerdo muy bien del día en que fuimos presentados al comandante Chiti. Un rayo de luz nos tocó y nos calentó los corazones.

 El coronel comandante Chiti era un hombre muy alto con gafas obscuras, uniforme perfecto, dos heridas de guerra marcadas en su brazo, una aspecto severo pero al mismo tiempo tranquilizador. El transmitía la sensación que todo estaba bajo control en aquella escuela, con su 15 km de asfalto, en que se necesitaban más de 1200 hombres.


Inmediatamente se comprendía que no se estaba delante de un hombre común. Hacer servicio en armas para la
Patria no es poco y tener buenos comandantes era determinante para la carrera que habíamos iniciado.

Los meses pasados en aquella escuela son inolvidables en nuestras vidas, cada día era una nueva conquista: el entrenamiento, el estudio, los servicios cuyas reglas teníamos que aprender y respetar. Todo tenía un significado bien preciso: estar listos para una acción sin reservas.

El Comandante Chiti

 No nos ha hecho nunca faltar su cercanía. Nosotros siempre nos preguntábamos, cómo este hombre nunca dormia! Siempre se iba por la escuela, de noche y de día, implacable entre nosotros, vigilando como vigila un padre con sus hijos.

Aquella que hoy contamos es la grandeza de aquel hombre que conocimos realmente sólo cuando tomó los hábitos y se hizo fraile capuchino no pudiendo mimetizar mas su verdadera naturaleza.

Padre Gianfranco Maria Chiti de Gignese, un hombre de nuestro tiempo que, de General de los Granaderos se convirtió en un fraile menor de los Capuchinos, mirando a San Francisco, renovando su juramento de fe y siendo hoy un Siervo de Dios.

Su trabajo en vida fue incesante, su voluntad de hierro nos forjó para poder superar cada obstáculo,...  Recordarlo hoy es la mejor manera para seguir queriéndolo, así como él nos quería.

Por eso queremos seguir difundiendo sus pensamientos. Sus gestos siguen haciéndolo especial, inmortal, cada día más cercano a los altares de los santos.

Participar para recordar al Padre Gianfranco nos hace únicos y especiales, así como él quería, un gesto natural para nosotros que lo hemos conocido... Su ejemplo y su obrar concreto son todavía hoy nuestra guía en el camino de cada día.

Sus palabras resuenan en nosotros: "Sean alegres, sean disponibles, sean y siéntanse orgullosos de vuestro rol en la Sociedad, sean corteses y tengan altos los valores de la vida protegiendo la serenidad y la paz de vuestro tiempo"

En su saludo a nosotros el 8 de agosto 1975 dijo: "Mi saludo para ustedes quiere ser también mi última siembra, que espera aumentar en vuestras conciencias  y brotar en vuestra vida. ¡Que Dios os cuide!

Con obediencia y determinación dio vida nuevamente al convento de San Crispino, ayudado por sus soldados y por los fieles de Orvieto y por cada gesto de generosidad, llegado ahí de cada parte de Italia. Al frente de la majestuosa Catedral de la ciudad surge un oasis de paz, un lugar cuyo ángulo y cada objeto hablan de él.

El 20 noviembre 2004 volٕó hacia arriba, llamado a la casa del Padre, para protegernos a todos nosotros que en su recuerdo seguimos volando, un poco perdidos, pero con el fuerte deseo de lograr lo que él nos ha enseñado al volar en alto, en el cielo limpio, hacia Dios. 

Padre Gianfranco María Chiti viaja con nosotros!

 *Presidente Associazione Allievi di Padre Chiti

 Cortesia de Serenella Zen - Croce Reale Italia

 

 

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