POR FRANCISCO ACEDO
El 11 de febrero una noticia sacudía inesperadamente al mundo: Benedicto XVI anunciaba su abdicación en un discurso ante el Consistorio. Lo hacía siguiendo la línea de su pontificado, en latín (la lengua oficial de la Iglesia en la que también pronunció la homilía siendo Cardenal Decano durante la Misa pro eligendo Romano Pontífice al abrir el Cónclave que lo llevaría al Solio de Pedro) y revestido de hábito coral. Toda una simbología a la que se une la fecha, no sólo Festividad de la Virgen de Lourdes, sino aniversario de los Pactos Lateranenses entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia que darían origen al actual Estado de la Ciudad del Vaticano.
Muchas, demasiadas claves están todavía por desvelar y sobre las que pesa el secreto, que un día se desvelará y que harán ver con mayor claridad la grandeza y la generosidad de la renuncia del hoy Santo Padre Emérito, hecho insólito desde el Concilio de Constanza en 1415 y único en la historia de la Iglesia, puesto que ha sido el único Pontífice que ha conservado título y dignidad tras su renuncia y su retiro del mundo en su voluntaria clausura en el Mater Ecclesiae.
El 28 de febrero a las ocho de la tarde el portón de Castelgandolfo se cerraba, y con él uno de los pontificados más luminosos de los últimos tiempos, dando comienzo la Sede Vacante, que llevaría el día 13 de marzo a la sorprendente elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como Sucesor de Pedro. En un análisis del Cónclave se puede ver el deseo de los cardenales de dar un giro al timón de la Barca , pero no podemos olvidar que quien sopla las velas es el Espíritu Santo que da a la Iglesia en cada momento el Vicario que necesita.
XDESPUES DELx anterior pontificado en el que en una sociedad exaltadora de lo material, de la juventud, de la rapidez en la comunicación se nos dio un Papa intelectual, sabio, reflexivo, docto y venerable en su ancianidad, como si se quisiera hacer ver al mundo una serie de valores que, desafortunadamente, están en declive, nace la figura imponente de Francisco que sabe transmitir fácilmente con titulares e imágenes la Doctrina de la Iglesia en el campo que le había dejado abonado Benedicto XVI desde su academicismo. Muchos se frotaban las manos pensando en que todo se revolucionaría, pero no entendieron que la revolución empezó hace dos milenios.
Francisco ha levantado una ola de simpatías a nivel mundial, se ha convertido en un verdadero referente, simplemente por anunciar el Evangelio, que es la primera y principal misión de la Iglesia, al igual que lo hicieron sus predecesores, pero con un estilo directo que ha conectado con las gentes. Buen balance, de momento, para un inicio de Pontificado del tercer milenio.
Me encantaron los artículos de Traditio. Interesantes, pedagógicos y actuales. Felicito a todo el equipo y deseo que el Señor les marque un camino pleno de éxitos. ¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE! Elsa Lorences de Llaneza
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