Por Francisco Acedo
Como se viene diciendo éste es el pontificado de las sorpresas. Nadie lo esperaba en el Consistorio, pero el Secretario de Estado el Neocardenal Parolin anunció la entrada en la Archibasílica de San Pedro del Santo Padre Benedicto XVI . Toda la nave tembló con el aplauso de bienvenida ante la presencia del humilde, sabio, refinado y aristocrático Papa Emérito, vestido con sus hábitos propios y cubierto por un abrigo blanco. Ocupó el primer asiento del lado del Evangelio, que es el más importante, y esperó sentado hasta la llegada de Francisco , quien se dirigió a él antes de subir al Altar de la Confesión. Benedicto XVI se quitó el solideo, como un obispo más, ante Francisco y ambos Pontífices se fundieron en un abrazo emocionante. Mejor inicio de ceremonia, imposible.
Fue el propio Cardenal Parolin quien tomó la palabra en nombre de los nuevos Purpurados para agradecer el nombramiento. Cobran especial sentido las palabras evangélicas "aquí estoy" que salen de sus labios para indicar el total servicio que prestarán a la Iglesia. Recuerdo que el de Cardenal no es un Ministerio o un Orden, sino un Título que el Santo Padre concede y que es equivalente al de Príncipe, por eso se revisten de púrpura, por la dignidad principesca y electoral y por el juramento que pronuncian de derramar hasta la última gota de su sangre en defensa de la Santa Iglesia y del Sumo Pontífice. Sobre algunos de ellos recaerá un día el peso de elegir al nuevo Papa, otros ya están excluidos de la elección por superar la edad prevista en el Derecho Canónico.
EL SANTO Padre dirige la palabra y tras ello, uno a uno y según el orden de nombramiento van subiendo hasta la Cátedra donde, de rodillas, reciben el birrete, el anillo y el título. Cada cardenal posee una Iglesia en Roma, con el Título de Obispo, Presbítero o Diácono, y que los incardina a la Urbe, de ahí el origen de la palabra Cardenal. El ceremonial fue el simplificado, tal y como lo adaptó Benedicto XVI. Recuerdo que el primer Consistorio al que asistí en noviembre de 2007, se seguía aún con el rito de los tres días.
Los dieciocho Neocardenales (el Cardenal Capovilla de 98 años no pudo asistir y un Legado Pontificio le impuso la birreta en Sotto il Monte) se distribuyeron en diversas salas de los Palacios Apostólicos para saludar y recibir los homenajes. Al día siguiente se celebró la Santa Misa de Acción de Gracias en la que algo sí llamó la atención, el Crucifijo central del altar era mucho más pequeño que el habitual y la séptima vela, que indica que quien preside la Celebración es un Obispo (en este caso el de Roma) estaba a la izquierda en lugar de a la derecha. Pequeños detalles que han hecho estremecer al sector liturgista y a cuantos pensaban que los desmanes de la época Wojtyla ya habían sido superados.
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