Nuestro amigo Ignacio Crespí de Valldaura* desde España, nos comparte su articulo en Actuall, el cual plantea una verdad olvidada, no todo fenomeno es digno de un analisis de la razon, sino de la razon iluminada por la luz de la Fe.
Ninguna persona hubiese sido capaz de dar en el clavo con semejante tino y perspicacia, no cabe posibilidad humana de hilar tan fino y más aún, tratándose de unos niños afincados en un recóndito pueblo de Portugal.
El 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció en Fátima, un pequeño pueblo de Portugal, a tres niños llamados Lucía, Francisco y Jacinta (ésta, hermana del segundo), los cuales eran pastorcillos de ovejas.
En los meses siguientes a esta aparición, la Virgen María se les volvió a aparecer sucesivas veces, en concreto, seis, y les reveló varias cosas que ocurrirían tanto en un futuro cercano como en otro más lejano.
Lo que llama poderosamente la atención de esto es que los secretos anunciados por la Virgen María, hasta lo que hoy respecta, se han cumplido a rajatabla, sucesos que ningún augur humano sería capaz de vaticinar o pronosticar.
Para comenzar, cabe considerar que Lucía pidió a la Virgen que le llevara al Cielo junto a los otros dos pastorcillos, y María le respondió que a Jacinta y a Francisco se los llevaría en breve, y que a ella le traería consigo más tarde para que cumpliese, en vida, la misión que Dios le tenía encomendada. ¿Qué ocurrió a este respecto? Se cumplió lo anunciado, prácticamente, al pie de la letra. Francisco falleció dos años después, en 1919, Jacinta en 1920, ambos de forma completamente natural y Lucía, en cambio, vivió hasta el 13 de febrero de 2005.
La más significativa de las apariciones ha sido, hasta el momento, la del 13 de julio de 1917, la de dos meses después de la primera, día en el que la Virgen comenzó mostrando el infierno a los pastorcillos, en el que les advirtió de que éste es el lugar al que van las almas de los pobres pecadores y en el que les transmitió que, para salvarlos, Dios quería establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón.
Ahora, cuento lo mejor de todo: tras alertarles de este peligro, la Virgen María les avanzó el final de la I Guerra Mundial y esta contienda bélica, escasos meses después, terminó. Además, les anunció que, en el pontificado del Papa Pío XI, empezaría otro conflicto armado más pugnaz y desorejado, y justo el mismo año que su papado fue relevado por el de Pío XII, comenzó la II Guerra Mundial. También, les advirtió de que, si Rusia no se convertía al Inmaculado Corazón, esparciría guerras por el mundo y persecuciones a la Iglesia, y se cumplió, al poquísimo tiempo, la profecía con la celebración de la Internacional Comunista y el nacimiento de la Unión Soviética.
Ninguna persona hubiese sido capaz de dar en el clavo con semejante tino y perspicacia, no cabe posibilidad humana de hilar tan fino y más aún, tratándose de unos niños afincados en un recóndito pueblo de Portugal.
¿Por qué San Juan Pablo II fue tiroteado un 13 de mayo?
Un 13 de mayo, día de la aparición de la Virgen de Fátima a los pastorcillos, festividad que este año hemos celebrado el lunes 14, dado que el 13 coincidía con la Ascensión, San Juan Pablo II fue tiroteado por Alí Agca.
El fallecido Papa visitó al terrorista a la celda y éste le reconoció, absorto, pasmado, que la bala había sido dirigida, con milimétrica precisión, de forma perfectamente calculada, a matarle, por lo que no se explicaba humanamente que el proyectil se hubiese desviado de su trayectoria de tal manera.
A la sazón, San Juan Pablo II entendió que sólo la Virgen podía ser Quien le hubiese protegido del impacto mortal.
De lo que la Madre de Dios había revelado a aquellos pastorcillos, parte de lo cual podía guardar relación con el citado intento de asesinato, unido a la coincidencia del atentado con el día de la celebración de su aparición a los mismos (un 13 de mayo), sumado al inexplicable fallo en el disparo, de estas cuatro enigmáticas casualidades producidas en una misma y emblemática fecha y con el Vicario de Cristo, para mayor colmo e inri, como protagonista, el Santo Padre pudo inferir que la Madre de Dios había intercedido, con su mano poderosa, en su auxilio y socorro.
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