A continuación un articulo de agudo análisis de nuestro
colaborador Ignacio De Loyola Crespí
De Valldaura de Gonzalo, extraído de su esplendido portal ''El
Despacho de Don Pepone''.
El dictador moderno no prohíbe, presiona de tal modo a sus rivales ideológicos que les fuerza a tener el pico cerrado o a andarse con exquisitos miramientos a la hora de expresar sus ideas.
El dictador moderno es sumamente respetuoso, solamente
falta el respeto a quienes no piensan como él, bajo la excusa de que el modo de
pensar de sus contendientes pone en peligro la cordialidad.
El dictador moderno es 100% democrático,
siempre que las urnas no se inclinen a favor de un partido al que él tilde de
antidemócrata.
El dictador moderno no es intolerante, simplemente, no
tolera las ideologías que, para él, ponen en solfa y entredicho su idea de
tolerancia.
El dictador moderno no tiene ansias de rebelión, busca la
estabilidad con una retórica impermeable a las desavenencias, que aplaca las
discrepancias sin permitir que se filtren ni tengan el más mínimo eco.
El dictador moderno nunca insulta, ya que, cuando lo hace,
entiende que se ha limitado a pronunciar adjetivos y calificativos que
describen cuán réprobo e indeseable es su oponente, meras descripciones de una
realidad palpable, tangible y objetiva.
El dictador moderno no se cree el más inteligente, simple
y llanamente, está convencido de que todo el que no piense como él sufre
carencias intelectivas.
El dictador moderno no es un cobarde en las
discusiones, siempre ataca en mayoría porque el pueblo, por inercia y
escándalo, se pone de su lado.
El dictador moderno gana siempre los debates, ya que todos
los argumentos de sus contrincantes son de fuentes poco fiables, “fake”, como
dicen ahora, y los expuestos por él, irrebatibles, irrefutables, inequívocos,
aunque los haya extraído de un blog.
El dictador moderno está convencido de que su opinión se
ha forjado en hondas cavilaciones, que es el fruto maduro de horas de
reflexión, cuando se limita a cacarear lo que dice la Uno, El País, el Times,
la CNN, la BBC y el establishment mundial en su conjunto.
El dictador moderno ensalza, sublima y enaltece la
impagable labor solidaria de la Iglesia Católica, para, a reglón seguido,
apoyar la eutanasia, los vientres de alquiler, la incorporación de la ideología
de género en las aulas, la expansión de los colectivos LGTBI, el recrudecimiento
del crimen del aborto y la derogación del Concordato con la Santa Sede.
El dictador moderno no lleva el pelo desgreñado, ni se
enfunda en camisetas de adiposo cervecero. Es guapo, adonis, de figura esbelta
y con buena facha, se cuida y emperifolla por las mañanas, hace “running” y
come sano, rinde un idolátrico culto a la imagen en pos de que sus perversas
intenciones gocen de la mayor opacidad.
El dictador moderno viste chaqueta para conservar su etiqueta de élite social y se despoja de la corbata con el fin de parecer, a su vez, un hombre del pueblo.
El dictador moderno no se infiltra en las asociaciones, ni
toma de manera brusca o violenta el poder de las mismas, crea una atmósfera de
presión sociológica para que éstas se terminen rigiendo bajo sus
parámetros.
El dictador moderno no apuñala, te suministra una
inyección de muerte placentera.
El dictador moderno no ataca de frente, te torpedea por la
tangente.
El dictador moderno no es un desaprensivo que ejecuta
acciones indecorosas, embauca y concita a otros para que hagan el trabajo
sucio.
El dictador moderno no muerde la manzana, como Adán, sino
que, al igual que Eva, te pincha y persuade para que seas tú quien le aseste la
dentellada.
El dictador moderno no es un ángel exterminador, que
arrasa con todo lo que se encuentra a su paso, se parece más a Satanás, a quien
le gusta destruir de forma sibilina.
Estas es la
dictadura de la hipocresía. Bienvenido a la nueva tiranía.
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