Por Ezequiel Toti*
La pandemia que ha golpeado al mundo (en nuestro país aun en un estadio inicial) saca a relucir lo mejor y lo peor de cada uno, al igual que la guerra (algo que afortunadamente esto no es) trae consigo la tragedia y la gloria. Recientemente han dado que hablar algunas reflexiones y arengas de referentes del Catolicismo Tradicional, al cual adhiero y el cual nos ha mantenido consistentes, coherentes y firmes a través de los siglos. Lamentablemente estos académicos, están más habituados a vomitar veneno, y echarse incienso a si mismos con una rebuscada prosa repleta de calificativos que difícilmente llamen a la conversión al hermano errado sino más bien todo lo contrario, tampoco les es ajena la paranoia de ver en algún nombre de pila o un apellido con una fonética medianamente hebrea para salir a la cacería remarcando tan innecesario detalle y sin mayor fundamento que una intuición genealogico-filologica.
Pese al mal modo de comunicar, en algo tienen razón, estamos a las puertas de algo: un cambio de paradigma ha comenzado y estamos en la etapa experimental de un proceso el cual puede durar décadas y que al menos por ahora no ha cercenado los derechos de la persona humana ( tampoco estamos gobernados por el anticristo de la novela de Soloviev).
Es cierto que algún día deberemos todos los cristianos enfrentarnos a un carismático líder global que bajo una falsa impostura nos hará rechazar el Hecho Salvífico y con sus falsos milagros engañará incluso a los elegidos, pero sin duda erigirse en gurú, sembrar pánico espiritual y aumentar la división no ayuda. ¿Acaso el gobierno de nuestro país no ha permitido circular a los sacerdotes en pleno contexto de cristianofobia? ¿No tenemos acaso canales de Adoración Eucarística a distancia? ¿no se sigue celebrando el Sagrado Rito transmitido a distancia? ¿No es esto lo que deberían estar difundiendo junto al pedido de suministros médicos en lugar de descargar su veneno? Si en algún momento se violentan nuestros derechos como católicos y como ciudadanos, la razón iluminada por la Fe (porque El Espíritu Santo está con nosotros que somos sacerdotes, reyes y profetas desde el bautismo) nos alertará (si es que estamos en estado de Gracia) y con este mismo uso de la razón no solo es deber cuestionarnos sobre nuestros mandatarios sino también utilizar nuestro juicio critico sobre los puntos de referencia del mundo intelectual católico, humanos y por ende falibles por definición. Esta crisis por voluntad permisiva del Padre es una oportunidad, ha forzado a volver a la convivencia, el recogimiento, la interioridad y a muchos los ha devuelto a la Fe por un Santo temor de Dios (¡imaginemos cuanto mas seria con aquellos profetizados tres días de oscuridad!).
Esta es nuestra oportunidad de ser humildes en serio, de no caer en juicios temerosos sobre aquellos que vemos en la calle erigiéndonos en vigilantes ciudadanos sin saber los motivos que los movilizan y a su vez es también la oportunidad de llamarse a un prudente silencio y evitar en los más susceptibles reacciones que los obliguen a exponerse por un pernicioso fideismo al contagio y propagación del virus, algo asi como la sola fide del personaje en el cuento traducido por Borges ''Un teólogo en la muerte'' (1).
Esta oportunidad puede devolverle la Fe no solo al ciudadano de a pie sino a gobernantes y alto clero, no necesariamente tiene que traernos al anticristo, seamos por tanto mansos como palomas, astutos como serpientes, pero con toda certeza no seamos loros, perritos falderos ni reptiles venenosos.
San Roque, ora pro nobis
San Sebastian, ora pro nobis
(1) Tomado de Arcana coelestia, de Emmanuel Swedeborg
* Vicepresidente internacional de Croce Reale Rinnovamento nella Tradizione
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