En una carta con fecha 25 de abril, Fiesta de San Marcos Evangelista, varias asociaciones religiosas y civiles del Paraguay, entre ellas la Delegación de Rinnovamento nella Tradizione, mencionan a través de los firmantes cuanto sigue.
Excelentísimos y Reverendísimos Señores:
Nos dirigimos con cordial afecto y amor, como los representantes del Buen Pastor que son, a fin de manifestarles los filiales pedidos de las ovejas de sus rebaños. Somos feligreses de varias diócesis del país, fieles a Cristo y su Iglesia, hijos obedientes de los representantes de los apóstoles, por lo cual, rogamos que todo el contenido de esta carta sea leído como palabras de un hijo preocupado y que ama a sus padres, y no como las de un rebelde desobediente.
Nuestro Salvador, en la Última Cena, en la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe verdaderamente a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura. (CEC 1323).
A pesar de todo esto, hace más de un mes, las autoridades jerárquicas de la Iglesia han limitado el culto divino a la celebración privada del Santo Sacrificio, excluyendo de las gracias de los sacramentos a los fieles de Dios, por eso, con filial afecto y preocupación sincera, nos dirigimos a Vuestras Excelencias Reverendísimas para manifestarles cuanto sigue:
Nuestro Señor Jesucristo nos dejó el tesoro de la Eucaristía en la Última Cena y en su Sacrificio en la Cruz, el Jueves y Viernes Santos. La Iglesia siempre custodió con sumo cuidado este tesoro, el regalo más grande hecho a la Iglesia de Dios. Los obispos y sacerdotes, como sus pastores deben cuidar celosamente el tesoro de la Eucaristía como su primera responsabilidad.
Por muchos tiempos difíciles ha pasado la Iglesia de Dios: las persecuciones del Imperio Romano, rindiendo culto a Dios en las catacumbas; las prohibiciones del culto católico en los reinos protestantes, donde los católicos rendían culto a Dios en la clandestinidad poniendo en riesgo sus vidas por amor a la unión con Jesús Sacramentado; las persecuciones liberales en la Revolución Francesa donde nuestros antepasados tuvieron que derramar su sangre por la fidelidad a Dios y sus representantes en la tierra; las persecuciones comunistas que aún hoy en día dificultan el verdadero culto a Dios. Por todo esto y mucho más ha pasado la Santa Iglesia, pero siempre ha encontrado fuerza en la celebración de los Sagrados Misterios, en el Pan del Cielo veían y gustaban cuán bueno es Dios (Sal 34, 9).
Sin embargo, nosotros no podemos decir lo mismo, no contamos con aquel pan prefigurado por aquel que Dios dio al profeta Elías para que se animara y siguiese su camino en el desierto. Estamos abandonados, como ovejas sin pastor (Mt 9,36), dispersos y desamparados a nuestra suerte, sin poder participar del culto verdadero al Dios verdadero.
No decimos que tal cosa haya sido por malicia, lejos de nosotros tal cosa, pero vemos preocupados cómo aquellos que deberían velar por nuestras almas y ayudarnos a alcanzar las gracias que Dios nos brinda por medio de los sacramentos, permiten que las autoridades civiles, a quienes poco o nada les importa el culto a Dios, la salvación de nuestras almas y el reinado de Cristo y sus leyes en la sociedad, se metan en los asuntos eclesiásticos en detrimento de la autoridad que Cristo dio a los apóstoles y sus sucesores sobre la Iglesia.
Y no solamente se ha excluido del culto divino a los hijos de Dios, sino que también se ha excluido del número de los hijos de Dios a incontables almas, catecúmenos y niños que han nacido, que no pueden acceder al sacramento del bautismo porque la casa de Dios la cerraron.
Si alguien no recibe el bautismo no puede salvarse . Excepto los mártires que aún sin el agua llegaron al Reino. Recuerden que Nuestro Salvador en la cruz, derramó de su costado sangre y agua, para que fuésemos bautizados con agua o con sangre (por medio del martirio), y para simbolizar la vida de la Iglesia a través del Bautismo y la Eucaristía. Sin embargo, las puertas siguen cerradas, estamos sin su Preciosísima Sangre y sin su agua bautismal.
Mucho hemos oído, como consuelo, que aprovechemos estos tiempos para meditar en la muerte y hacer penitencia; que la cuarentena que nos impusieron nos ayudaría a meditar nuestros pecados. Mucho hemos meditado y nos reconocemos pecadores y enfermos de alma, dennos el remedio que Dios nos dejó. Como pecadores que somos necesitamos de los medios que Dios dispuso para salvarnos, necesitamos los sacramentos.
¿Qué padre carnal le niega el alimento a un hijo hambriento? ¿Qué padre carnal le niega el remedio a un hijo enfermo? ¿No son, Vuestras Reverencias, más que padres carnales? Dennos de comer, queremos comulgar; dennos el remedio, queremos confesarnos; queremos más hermanos, vuelvan a bautizar. Se los rogamos con filial afecto.
Queremos hacer memoria de la alianza nueva y eterna (Lc 22, 7-20), queremos que muchos formen parte de esta alianza a través del bautismo; queremos comer, beber con Dios y tomar parte de su mesa (Ex 24, 3-11). Por favor, con filial súplica les pedimos que no nos excluyan del pacto divino sellado en la Cruz que se renueva en cada Santa Misa.
Vemos como en otros países las puertas de las Iglesias abrieron, aumentaron la cantidad de misas para evitar la aglomeración dentro de las Iglesias y para pedir a Dios que mire con misericordia su nación. No somos malos ciudadanos ni insensatos, guardaremos todas las normas sanitarias que se dispongan por el Ministerio de Salud o la misma Conferencia Episcopal Paraguaya, seremos responsables. Todos los fieles católicos que amamos la Santa Misa y comprendemos los Sagrados Misterios, estamos dispuestos a apoyar a nuestros obispos en todo lo que sea necesario y en todas las medidas dispuestas con tal de que se restablezca el culto con los fieles, aunque fueren solamente los días domingos y fiestas de guardar.
Rogamos, finalmente, que, en estos tiempos de necesidad material y espiritual, sean verdaderos padres y pastores de almas, para que el día del Juicio no tengan que escuchar de Dios: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No es más bien el deber de los pastores apacentar el rebaño? Vosotros coméis su leche y os vestís de su lana; matáis lo gordo, pero no apacentáis el rebaño. No fortalecisteis a las ovejas débiles, no curasteis a las enfermas, no vendasteis a las perniquebradas, no condujisteis al redil a las descarriadas, no fuisteis en busca de las perdidas, sino que las dominabais con crueldad; de modo que se dispersaron por falta de pastor; vinieron a ser presa de todas las fieras del campo y se perdieron. Mis ovejas andan errantes por todas las montañas y por todas las altas colinas. Por toda la faz de la tierra se dispersaron mis ovejas, y no hay quien las busque ni quien se preocupe de ellas.” (Ez 34, 1-34).
0 comentarios:
Publicar un comentario