miércoles, 22 de enero de 2014



Por Ezequiel Toti

Seguramente poca es la gente que asocia la palabra monarquía con nuestro país, quizás ignaros de diversos hechos históricos que tuvieron lugar en nuestra tierra.   Ya Belgrano en el congreso de Tucumán de 1816 proponía una monarquía incaica, y Alberdi reconocía que la en la transición a una republica, tal como pasó en Francia, siempre debe quedar algo del Antiguo Régimen, por otro lado está la conjura de Martín de Alzaga que, según algunos historiadores, era el paso previo para erigirse como monarca en pleno Buenos Aires, o también el curioso caso de Aurelio Antonio de Tounens, el aventurero francés que se autodenominó Rey de los araucanos mediante una monarquía constitucional hereditaria en plena Patagonia.   El caso es que, al igual que estos pocos conocidos sucesos, hay otro muy peculiar, y es el paso por nuestro país de Aimone di Savoia Aosta, Príncipe de la Casa de Savoia, Duque de Spoleto, IV Duque de Aosta, y ex Rey de Croacia bajo el nombre de Tomislav II.   Había nacido el 3 de marzo de 1900, hijo de Emmanuele Filiberto y de Elena de Borbón Orleans, era nieto de Amedeo I de España (un rey al que el pueblo no le dio la mas mínima oportunidad) y bisnieto de Victor Emanuel II de Italia; y casó el 1 de julio de 1939 en Florencia con Irene de Grecia, fruto de esta unión nace su único hijo Amedeo en 1943.   Si bien en su juventud originalmente Aimone tenía vocación monástica, comprendió que el monasterio no era lo suyo, entró a formar parte de la Academia Naval de Livorno y cursó estudios en Inglaterra. Su hermano Amedeo, Virrey de Etiopia y celebre general se destacó como héroe de Amba Alagi, muriendo en Nayrobi en 1942.   Quizás marcado por la impronta de su hermano y de la tradición familiar, Aimone se tomó muy en serio su vocación militar, siendo famoso en todas las marinas del mundo por haber sido jefe de los primeros comandos de hombres-rana que combatían en scooters submarinos.   Su estadía en nuestro país no pasó inadvertida y así relataba La Prensa su llegada en la edición del 9 de diciembre de 1947: ‘’…A bordo de la motonave de bandera italiana ‘’Gerusalemme’’ llegó ayer a Buenos Aires el duque de Aosta, quien vuelve a nuestro país luego de varios meses de ausencia. Lo acompaña su ayudante, el comandante Sichaerl, y al desembarcar manifestó a los periodistas que regresará muy gustoso a este país, para intensificar su conocimiento del mismo. Tiene el propósito de permanecer algunas semanas entre nosotros y recorrer el interior del país. Fue saludado por miembros de la colectividad italiana y argentinos de su relación…’’   Por otro lado La Nación, en su edición de la misma fecha, relataba la llegada de la siguiente forma: ‘’… El Gerusalemme de bandera italiana venía de Génova. Trajo abundante pasaje -469 en total-,y a las 3 ya había amarrado en el andén. Cuatro horas después se tendieron las planchadas y por ellas descendió don Amedeo [sic] Aimone de Saboya, duque de Aosta primo del ex rey Humberto y por ende sobrino de Víctor Manuel. Llega a la Argentina acompañado por su ayudante el comandante Sichaerl, para ver otra vez -con esta es la segunda visita que realiza al país- a sus amigos y penetrar en el interior del país. Su estada entre nosotros durará varias semanas y el programa de agasajos parece ser amplio. Alguien destacó la coincidencia de su arribo con la del príncipe Alex de Dinamarca y la de otros nobles que se halla en Buenos Aires. El duque de Aosta declaró que la Argentina es la meta ideal para los hombres con inquietudes materiales y espirituales, y expresó su complacencia por hallarse de nuevo en esta tierra amiga, poblada por tan inmenso contingente de compatriotas…’’     Cuando su soberano italiano le ofrece la corona de Croacia, sin dudarlo lo toma como una orden y acepta ser proclamado Rey el 18 de mayo de 1941. Con la intención de interiorizarse sobre su reino, Aimone viaja de incognito a Croacia y se hace informar de la situación en la que se encuentra su nuevo destino, donde comprueba la limpieza étnica de Ante Pavelic y, tras comprender que el neo-estado croata era un artimaña titiritera por parte de los alemanes, renuncia formalmente a la corona el 12 de octubre de 1943.   Habria de costarle cara su integridad caballeresca, ya que su mujer y su hijo fueron detenidos en el norte de Italia por orden de los nazis y recluidos en Hirschegg cerca de Innsbruck para ser tratados como ‘’moneda de cambio’’.   Bajo el nombre de Roberto della Cisterna arribó a Buenos Aires donde tenia planeado reconstruir su vida y la de su familia desde cero a los 46 años, para este fin se encontraba planeando una serie de emprendimientos comerciales y había sido recientemente operado de la vesicula biliar, ya había telegrafiado a su familia para dar la noticia y hacerlos venir al país (a su vez también se le había diagnosticado tuberculosis que para esa época muchas veces se diagnosticaba tardíamente).   El 29 de enero de 1948, a las 22:15, falleció en el Hotel Lancaster de Buenos Aires, el motivo final de la defunción fue un infarto, murió rodeado de amigos personales de la colectividad italiana residentes en Buenos Aires.   Sus restos descansaron brevemente en la bóveda de una familia amiga en Recoleta y posteriormente en la iglesia Mater Misericordiae en la calle Moreno, conocida como ‘’la Iglesia de los Italianos’’, años más tarde su hijo repatrió los restos de su padre hacia el viejo continente y curiosamente aún no conoce nuestro suelo criollo donde su padre soñó pasar su vejez y donde prematuramente pasó a la eternidad.   Aimone, el Rey que se opuso al totalitarismo, pasó a formar parte de la galería de nobles olvidados, del ramo ‘’no oficial’’ de la monarquía italiana, aquel ramo que ostenta héroes de guerra, patriotas, y sobre todo gente bien predispuesta al rol que la historia sepa otorgarle.   Hoy su hijo Amedeo, casado con la princesa Silvia Paternò, es su legitimo heredero y según la Consulta dei Senatori del Regno, legitimo heredero al trono de Italia, es decir que si algún dia la monarquía debiese retornar en Italia, a él tocaría ceñir la corona sobre su cabeza y estar a la altura de su ancestro. -

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