martes, 1 de abril de 2014

MALVINAS: ese viejo dolor.
Por Eva Lucero de Ortega



“Debemos evitar el absurdo y siempre injusto
fenómeno de la guerra.
Esto es posible mientras se mantenga en pie
la mesa de las negociaciones”.
Juan Pablo II

El 11 de junio de 1982, Juan Pablo II llegó a la República Argentina como portador de un mensaje de paz en el oscuro capítulo de la guerra de Malvinas.
Ese mismo día, en la ciudad de Luján, bajo una lluvia intensa, setecientas mil personas participaron de una misa celebrada en la Basílica, para ver y escuchar al  Sumo Pontífice quien en su mensaje pronunció catorce veces la palabra paz.
Al día siguiente,  dos millones de personas, en su mayoría jóvenes menores de treinta años, rodearon el altar erigido al pie del Monumento de los Españoles. También estuvieron presentes los tres miembros de la junta militar y las máximas autoridades del gobierno de facto.
En la Catedral habló de las “tensiones y heridas que han dejado sus huellas, agravadas por recientes acontecimientos en la sociedad argentina” e hizo una exhortación a superarlas “lo antes posible”.
En cuanto al tema de la guerra, antes de partir hacia el Vaticano, instó a las partes para que encontraran “una solución honorable” a las circunstancias bélicas en el Atlántico Sur, que ya se estaban mostrando adversas para nosotros.
“La paz es posible, la paz es un deber imperioso”, nos enseñó el Papa polaco.
La guerra terminó con la rendición de las fuerzas argentinas.
El gobierno militar terminó  y con las elecciones de 1983, volvimos a ser un estado de derecho.
A treinta y dos años de esos días, el viejo dolor sigue existiendo en las entrañas de la patria. Al reclamo permanente por el lapso de un siglo y medio,  se sumaron la sangre derramada en el campo de batalla y las vidas mutiladas de los que volvieron.
Ya no hay, ni habrá, Dios mediante, olor a pólvora en las islas, pero mientras llega el día de la devolución es nuestro deber ciudadano conservar la memoria, exaltar los esfuerzos por la paz y repetir a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos que “las Malvinas fueron, son y serán siempre, parte del territorio argentino”.



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