jueves, 3 de marzo de 2016

Un inmigrante ejemplar
por Ezequiel Toti*
En el día en que se conmemora el fallecimiento del Almirante Guillermo Brown, Traditio Magazine no podía dejar pasar la oportunidad de recordarlo, no sólo como un prócer naval, que honra nuestra historia, sino también como un símbolo esperanzador para el ciudadano en su vida y lucha cotidiana.
Que nadie nace siendo un héroe es una obviedad, pero acostumbrados a escuchar las hazañas extraordinarias de nuestros patriotas, nos olvidamos que fueron seres humanos de carne y hueso, con más batallas de las que relatan los libros de historia.
Un héroe se forja a través de un trayecto vital, un viaje arquetípico como lo define Carl G. Jung, pero es también producto de sus circunstancias, en este caso “el viaje del héroe” comenzó con un joven nacido en el condado de Mayo (Reino de Irlanda), donde tras un paso por los Estados Unidos, y al quedar huérfano, se embarca como grumete en un barco de dicho país como aceptando la propuesta que la vida le ofrecía más que por la idea de hacer carrera como militar.
Previa estadía en Montevideo, llega a Buenos Aires en 1810 en su fragata ‘’Jane’’ con una clara determinación comercial, sin tenerlo en cuenta termina siendo testigo de los sucesos que nos llevaron a la Revolución de Mayo, al igual que otros tantos mortales optó por un desplazamiento temporal o definitivo para su bienestar y el de su familia, es decir: fue un inmigrante.
El mejor ejemplo de su indómito espíritu es cuando en 1825, el Imperio del Brasil le declaró la guerra a las Provincias Unidad del Río de la Plata, dando como consecuencia el bloqueo a Buenos Aires, ante ésto el gobierno llamó a Guillermo Brown y le confirió el grado de Coronel Mayor, esperando que con pocos recursos y en tiempo record tome acciones de combate exitosas.
Hay momentos en los que el hombre común tiene la posibilidad de decir sí, de aceptar ese llamado y mostrar su grandeza de alma, momentos en los que basta un instante para pasar a la historia de una nación, de una familia, etc. Ubicándose en un santuario en sus corazones.
Brown, el inmigrante-comerciante por sus dotes de mando, experiencia y carácter que infundía respeto, terminó inspirando a su tropa contra un enemigo que superaba lo previsto, resistiendo hasta quedar sin municiones y dando la orden de quemar las naves.
Le toco vivir durísimas batallas personales, más duras que las navales, la prematura muerte de su hija Elisa, un intento de suicidio, los vaivenes de nuestra creciente Nación, etc. Pero a pesar de todo, y ya retirado de la actividad, siguió siendo un ejemplo: un inmigrante que se ganó el afecto de un pueblo, que auxiliaba a religiosas y a los más necesitados que en su vejez asombraban las numerosas visitas a su famosa quinta ''la casa amarilla''.
El inmigrante ideal es éste, alguien que con su sacrificio se gana el respeto fuera de su tierra adoptiva, que quizás sin ser un estratega como en este caso, y sabiendo que no pasara a la historia, aun así deja una huella tras él; en este caso con su esfuerzo, D. Guillermo Brown que no provenía de una familia naval sino de una humilde y piadosa familia católica de la campiña, gracias a las circunstancias que se le presentaron y principalmente a su voluntad, se convirtió en nuestro mayor patriota naval.
Un 3 de marzo de 1857 con su confesor, el Padre Fahey a su lado se duerme en la Paz del Señor, la banda de folk rock The Wolfetones, en la canción que le dedica es ilustrativa al respecto:
‘’In the Argentine he died /Father Fahey by his side/ '57 was the year his country mourned him.
A hero of the nation he's remembered with elation/throughout the world where freedom still abounds.’
’ 
(En Argentina murió, el padre Fahey estaba a su lado/57 fue el año cuando su país lo lloró. / Es recordado con regocijo como un héroe de la Nación. Y por todo el mundo donde todavía hay mucha libertad.”)

Sus restos descansan en la Recoleta y en su oración fúnebre dijo Mitre : “Si algún día nuevos peligros amenazan a la patria de los argentinos, si algún día nos viésemos obligados a confiar al leño flotante el pabellón de Mayo, el soplo poderoso del viejo Almirante henchirá nuestras velas, su sombra empuñará el timón en medio de las tempestades, y su figura guerreará de pie sobre la popa de nuestras naves en medio de la humareda del cañón y de la grita del abordaje […] Brown en la vida, de pie sobre la popa de su bajel, valía para nosotros por toda una flota”.

El mundo está lleno de héroes anónimos, y creo que un hombre sí puede hacer la diferencia.

Como corolario de este articulo, me tomo el trabajo de citar a otro héroe, uno sin formación militar pero sí, alguien que comprendió en un instante su oportunidad de demostrar al mundo su centro luminoso , esa luz que reside en lo más profundo de la persona humana.
Giuseppe Girolamo, fue un músico de 30 años que tocaba en la banda del Costa Concordia (hundido en 2012), a él se le ofreció un bote salvavidas pero eligió ceder su lugar a una niña, bastó un segundo para decidir su propia suerte y obtener quizás la paz de saber que seguirá viviendo en la memoria de esa pequeña y su familia.
Brown y Girolamo (salvando las distancias), dos ejemplos, dos hombres vinculados al mar, que buscaban su sustento y en el medio se les presentó la oportunidad de ser héroes, pero no solo personajes míticos, sino ejemplos que inspiraran a alguno de nosotros (o eso espero) ante las situaciones que puedan presentarnos la vida.
A ellos mi eterno reconocimiento.-


*Miembro del Instituto Nacional Browniano.


0 comentarios:

Publicar un comentario