jueves, 13 de septiembre de 2018





Por Ezequiel Toti 

Como si no tuviésemos suficiente con el vandalismo de grupos pro-aborto, proyectos de diputados obsesionados con remoción de símbolos religiosos y estudiantes que hacen lo propio en clima de euforia (y en el contexto de un mundo donde muere un cristiano cada 5 minutos por defender su Fe) ahora servilmente descolgamos el crucifijo de la Legislatura de Salta para dejar contento al periodista Verbitsky durante la presentación de su libro.

Pese a que en estos días la Iglesia Católica ha iniciado tratativas para renunciar al aporte del Estado se siguen sucediendo hechos de saña personal contra esta, haciéndose claro que lo que realmente importa no es la relación Iglesia-Estado sino mas bien la búsqueda de excusas constantes para negar, ocultar y combatir los símbolos no solo religiosos sino también culturales, que nos recuerdan un orden moral por encima de nosotros.  

¿A quién le puede molestar el crucifijo que representa la mansedumbre del fuerte, sacrificio, entrega total y un amor profundo e incondicional?

Mientras la cristianofobia es aplaudida y cobra difusión, menos notoria se hace la postergación de entrega de vacunas como la de la meningitis y el posible cierre de los cottolengos.
Lo más triste es ver que nuestra joven Nación no aprende de la historia mundial sabiendo que todo esto ya lo vivimos en la época de la revolución francesa donde las masas guiadas por supuestos iluminados entronizaban a la diosa de la razón y lejos de llevarnos al paraíso terrenal que prometían, nos acercaron a un infierno.

¿Molesta mas ese crucifijo y esa Virgen de Lujan que niños desnutridos, jubilados viviendo sus últimos años en la incertidumbre o un sistema educativo público en crisis?


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