lunes, 18 de octubre de 2021

 


“Verdugo piadoso”, el güelfo Alighieri. Hoy hace 700 años que nos falta, y se lo extraña. Osado político, resuelto descubridor del camino del alma, Dante es una luz, un faro, una inextinguible llama de pasión literaria. Y mucho más.
Exiliado, dueño de una pluma notoriamente fecunda, capaz de ser él mismo el culmen de una edad compleja y fascinante, rica en fantasías y pensamiento.
Adentrarse en su obra, fiel reflejo de su impresionante tiempo y su no menos asombrosa vida, es tarea muy grande. Como grande fue su Florencia, cuyo nombre    -escribió- “vuela por mar y tierra, y es famoso en el mismo infierno”. Esa misma Florencia que, paradójicamente, le cerró sus puertas.  
Hablamos, entre amigos ni siquiera muy leídos, del “Infierno del Dante”, así como el cronista apura, en tipografía de catástrofe: “Dantescas escenas”; pero Dante no es sólo incendio, ni sólo Comedia. Y, menos, crónica. Porque (de nuevo el fuego) se atrevió a opinar sobre la música de ese entonces (“Y como en la llama vemos la chispa y se distinguen entre sí dos voces, cuando una es firme, y la otra avanza y retrocede”) y fue capaz de describir a nuestros espíritus, “vapores del corazón”, puestos en situación de cesar en su obrar y elevarse sensiblemente, gracias al sonido.
Capaz de penetrar en la mente de personalidades tan reconocidas como un Borges o un Mitre, su primer traductor vernáculo. De ese Borges para quien “Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado” y de ese Mitre al cual, probablemente, poner “en criollo” semejante obra le haya significado un desafío mayor al de cualquiera de sus otros logros políticos o militares. 
Sin embargo, y si de desafíos se trata, es quizás en su tratado “De Monarchia” donde Dante redondea al mismo tiempo su latinidad y su cosmovisión, esta que distingue la felicidad temporal de la eterna, es decir, la tensa pugna entre el Emperador y el Papa. En un trabajo casi de ideólogo que perduró hasta en sus cenizas.
De nuevo: bucear en el legado de este venerado poeta, del gigante genio del “Trecento” es ingente labor, y desde ya que su luz, casi tanto como el calor que sus versos supieron expresar, se siente, se respira y no hay sombra, en estos tiempos oscuros, que la pueda opacar. Ni puertas cerradas que no se puedan franquear.

Alejandro Pérez Unzner / 14/09/2021 / Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.


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