Por Carla Alegre Magliocco
Somos mujeres.
Mujeres jóvenes y no tanto. Mujeres famosas y anónimas. Mujeres del primario,
secundario, de la universidad, posgrados. Mujeres a las que pseudo
intelectuales como Florencia Etcheves critican por haber estudiado en
universidades confesionales. En fin, mujeres normales, de esas que nos
levantamos temprano todos los días, viajamos horas a nuestros trabajos, salimos
y vamos a la facultad, y que nadie nos regaló nada.
Mujeres que no
nos dejamos cooptar por una ideología momentánea. Mujeres que leemos y
estudiamos para poder justificar aquello que decimos. Mujeres de fe y
ateas, pero defensoras de la verdad. Mujeres que recibimos a diario mensajes de
personas con pañuelos verdes, naranjas y violetas, deseándonos la muerte o que
nos violen, que violen a nuestras hijas, o que ojalá nuestras parejas nos
peguen. Somos mujeres que el próximo día de la mujer no podremos ir a la famosa
marcha del 8 de marzo, porque la hicieron política y porque corremos riesgo de ser
golpeadas, maltratadas, insultadas por parte de mujeres que se autodefine como
"sororas".
Somos mujeres
que somos tildadas de anti derechos por seres como Malena Pichot, por el simple
hecho de defender la vida, ese derecho que ella misma tiene y que le permite
decir las barbaridades que dice. Mujeres que somos atacadas por tener
"belleza hegemónica" (por utilizar un término que la anteriormente
mencionada feminista nos adjudica) y que por eso debemos afearnos, torturar a
los demás con imágenes desnudas, descuidadas de mujeres que tienen tal complejo
de inferioridad que creen que eso las hace ser alguien, o que lograrán algo
maltratando su propio cuerpo y mostrándolo desnudo a los demás.
Somos mujeres
que sabemos que de la unión de dos personas sale otra persona, y que un bebé no
se transforma en tal después de una cantidad “x” de tiempo, ni de un mero
deseo, sino que cada persona lo es desde el momento mismo de su concepción, y
que la vida de cada uno es valiosa y digna, independientemente de las
circunstancias de su concepción.
Somos mujeres
que defendemos la familia natural, que es la única base de la sociedad, ya que
las personas nacemos de la unión de un óvulo y un espermatozoide (mujer y
hombre) y que no hay "chicos que menstrúan" ni mujeres con pene.
Somos mujeres que entendemos que la autopercepción no te da más derechos,
porque todos somos iguales ante la ley. Somos mujeres que tenemos enfermedades
y que las obras sociales nos hacen pagar (como corresponde) por nuestros
tratamientos, y que vemos con mucha bronca y dolor que un hombre(mujer)
disfrazado de mujer(hombre) tenga hormonas e implantes gratis, mientras que
muchas nos morimos por no poder pagar nuestros medicamentos.
Somos mujeres
que no queremos perder la libertad de culto y la posibilidad (y obligación) de
educar a nuestros hijos en base a nuestras creencias y nuestra cosmovisión, y
que queremos una educación sexual sin ideología de género, es decir, con base
biológica y no sentimental. Porque, aunque una persona se "sienta" del
sexo opuesto, eso no lo hace algo verdadero. Un hombre disfrazado de mujer no
deja de ser un hombre que debe realizarse el análisis de próstata, ya que a la
biología no le importan los sentimientos; y una mujer disfrazada de hombre
continuará teniendo el período mes a mes, y debe atenderse con un ginecólogo.
Se nace hombre o mujer. Lo demás no existe.
Somos mujeres
silenciadas por los medios, denigradas por el movimiento inquisidor del siglo
XXI disfrazado de mujeres "empoderadas" (término inventado para
justificar cualquier aberración que las feministas quieran). Somos mujeres a
las que diputadas electas democráticamente nos silencian, como Victoria Donda,
que a su vez convive con un poeta de la pedófilia y vota en contra de la prisión efectiva
para violadores.
Somos mujeres
que defendemos el derecho, que sabemos distinguir entre un protocolo, un fallo
y una ley, que respetamos y exigimos la presunción de inocencia, que no
necesitamos un cupo para lograr ser reconocidas.
Somos mujeres
que leemos, nos formamos y que no tenemos como intelectual a Julia Mengolini o
a Ofelia Fernández, sino a autores serios que estudiaron, comprobaron y
refutaron hipótesis, y que saben más que nosotras. Mujeres que no nos basamos
en un sentimiento.
Mujeres que
amamos y respetamos a nuestros maridos, hijos, padres, hermanos, abuelos.
Somos las que
frenamos el genocidio en el congreso el pasado 8 de agosto y que lo vamos a
volver a frenar las veces que sea necesario.
Somos
las mujeres que el feminismo odia, silencia y denigra. Mujeres a las que
prefieren muertas, como hicieron con Esperanza en Jujuy, muerte de la cual se
alegraron todas las que después utilizan políticamente el asesinato de las que
les conviene a ellas.
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