martes, 24 de septiembre de 2019




Por Jorge Emilio Prina*

Manuel Belgrano era un hombre de valores, honesto, astuto, noble no era un hombre de acción pero cuando tuvo que serlo lo fue, y así es que fue al Paraguay a enfrentar a los realistas; el gobierno no lo apoyó ni con tropa, ni con víveres ni con armas, ¿que paso? Perdió, la batalla y su prestigio.
Un año después estaba bajando desde el norte, hacia Córdoba con el llamado éxodo jujeño, lo seguían de todos los pueblos, quemaban sus cosechas, y nada dejaban a los realistas que lo seguían. Pero quien persigue siempre va más rápido que quien huye, y Manuel Belgrano lo sabía, es así que decide enfrentarlos; miren que diferencia: Belgrano contaba solo con 1000 jinetes y 800 infantes, más 4 piezas de artillería, los realistas tenían 1000 jinetes, 2000 infantes y 13 piezas de artillería. Iba a ser una batalla desigual.

“Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.”
Manuel Belgrano

El comandante realista era Juan Pio Tristán, experimentado militar quien creía tener ganada la batalla, Belgrano, tenía a Dorrego y Lamadrid, a Warnes y a Diaz Velez, dos excelentes militares, y el fervor gaucho que con chuzas y facones apoyaba el enfrentamiento, es así que Manuel Belgrano desobedece a la Junta y decide enfrentar al tirano, acantonándose en Campo de las Carreteras.

Lo cierto es que en la mañana del 24 de septiembre de 1812, día de la histórica batalla, el General Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen de Las Mercedes. Sabida es, la profunda Fe cristiana de Don Manuel, e incluso la tradición cuenta que solicitó la realización de un milagro a través de su intercesión, pues era casi imposible vencer a las tropas españoles, quienes doblaban en número de soldados y armamentos al ejército patriota.

“Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ése es el premio al que aspiro.”
Manuel Belgrano

La mañana del 24, el General español Pio Tristán ordenó la marcha hacia la ciudad. Algunas fuentes indican que, en lugar de tomar el camino directo, rodeó la plaza desde el sur, intentando prevenir una posible huida de los patriotas en dirección a Santiago del Estero. Otras afirman que en el paraje de Los Pocitos se encontró repentinamente con los campos incendiados por orden del Teniente de «Dragones» Lamadrid, natural de la zona, que contaba con la velocidad del fuego avivado por el viento del sur para desordenar la columna española, ubicando a los españoles en un callejón sin salida.

Paradoja del destino, y más allá del coraje patriota y la inteligente acción de Lamadrid, Díaz Vélez, Paz, Dorrego, Warnes, Superí, esta vez ayudados por la diosa fortuna, o por aquel milagro pedido por Belgrano, una manga de langostas nubló la vista de los españoles quienes entraron en un hondo estado de confusión y pánico, dando los minutos precisos al Ejército del Norte para que el ataque en pinzas de las columnas patriotas diera su resultado. En concreto, la Batalla de Tucumán representó el triunfo más importante de la historia nacional, y como dirá luego Bartolomé Mitre: «no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su General, cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana.En Tucumán se salvó no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana».
A lo que habría que agregar el comentario del historiador Vicente Fidel López: «Esta batalla fue la más criolla de todas cuantas batallas se han dado en el territorio Argentino. Aunque el triunfo de Tucumán fue el resultado de un cúmulo de circunstancias imprevistas, le correspondió a Belgrano la gloria de haber ganado una batalla contra toda probabilidad y contra la voluntad del gobierno mismo».

Sostengamos también, que esta vez, y por extraordinaria y beneficiosa excepción, las langostas (plaga que desde siempre hacía estragos en nuestros sembrados) jugaron con nuestra camiseta, hasta convertirse en un factor importante en la estratégica victoria. Y para agregar conjeturas y supuestos, mencionemos que uno de los batallones realistas conducidos por Pio Tristán tenía como santo protector a San Gregorio de Ostia, el santo al que acudían los españoles para prevenir las mangas de langosta en sus terruños. Presagio que probablemente inmovilizó al ejército ibérico, quienes vieron en la aparición de las langostas una mala señal. (del libro de Gustavo Capone: «Las mil y una plagas». 2015).

“El miedo sólo sirve para perderlo todo.”
Manuel Belgrano

* Maximo referente actual de la Esgrima Criolla y Socio Honorario de Rinnovamento nella Tradizione - Croce Reale

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