Una historia que
merece ser contada…
Por Angelo Polizzotto*
Al mirar la historia del
pasado, siempre se encuentran en cada época hombres que se destacaron de otros,
en cada sector de la sociedad, dando muestra de su propia luz y siendo ejemplo
para los demas a lo largo del camino.
En un pequeño país, en la
provincia (entroterra) del Lago Maggiore, el 6 de Mayo de 1921, nació
Gianfranco Chiti… Pasó su niñez en Inglaterra, pues su padre era primer violín
en la filarmónica de Londres, y después en Pesaro, su ciudad adoptiva, lugar en
que hoy descansa en paz, en la tumba de su familia, cerca de su adorada mamá.
Con 15 años se inscribe en la
Escuela Militar de Milan: su ánimo era patriótico y tenía una fe inquebrantable en los valores de la Patria.
Al inicio de
la Segunda Guerra Mundial, en calidad de joven Subteniente, fue enviado en el teatro
de operaciones en Eslovenia y en Croacia y después al frente Greco Albano,
donde fue herido varias veces.
Luego, como voluntario, fue enviado a Rusia. Ahí,
con la octava armada, participó en la Batalla de Kharkov, donde por mérito
especial en batalla fue decorado con la Cruz de Guerra al valor militar.
Gianfranco Chiti, como peregrino en los varios
teatros de guerra nunca dejo de defender a sus soldados, arriesgando siempre su
propia vida; del mismo modo cuando eligió formar parte de la República Social (1943-45,
ndt) para honrar el juramento que había hecho y no escapar.
El mismo siempre
defendió y salvó a muchísimos de los partisanos, muchas familias de religión
judía, muchos pueblos y aldeas del Alto Piemonte, que habían sido elegidas
por las tropas nazis para ser rastrillados y destruidos.
Siempre se apoyó en su fe, sin jamas abandonarla,
también cuando al final de la guerra mundial tuvo que ser tomado prisionado en
las cárceles nuevas de Torino, en los campo de concentración de Tombolo,
Coltano y Laterina, de dónde salió el 20 de diciembre de 1945 con orden de
expulsión hacia Pesaro.
Esperando poder volver a su servicio, después de
los varios testimonios que llegaron en su favor, en los años escolásticos
1946 48, fue también profesor de matemática y física en el Liceo Ginnasio
Giuseppe Calasanzio de los padres Escolapios en Campi Salentina Lecce.
El 31 de marzo de 1948 fue enviado al Primer
Regimiento Granatieri di Sardegna en Roma... Su camino de uniformado lo llevo
a Somalia como comandante del cuartel general del comando de las fuerzas
armadas en Mogadiscio.
Cuando volvió a Italia fue director del curso Allievi Ufficiali
Somali en la Escuela de Infantería de Cesano, Roma.
Después de haber trabajado con muchos encargos de
comando dentro de la estructura de especialidad de los Granaderos, llegó a Roma
en 1969, a la Escuela Allievi Sottufficiali de Viterbo como vicecomandante.
Desde junio 1970 hasta septiembre 1973 trabajó como
empleado en el Estado Mayor del Comando de la Región Militar Central en Roma
pero el destino llevo otra vez el comandante Chiti a la escuela
Allievi Sottufficiali dell'Esercito, ahora con el cargo de comandante. Era el
20 de noviembre de 1973.
Pasaron casi 5 años de
gloria para todos nosotros sus estudiantes, jóvenes con 16/18 años, en un
instituto de formación del ejército italiano, muy jóvenes, buscando buenos
maestros que pudieran hacernos un día buenos comandantes y buenos ciudadanos.
Casi 1500
estudiantes pasaban cada año en aquella escuela militar. Me acuerdo muy bien
del día en que fuimos presentados al comandante Chiti. Un rayo de luz nos tocó
y nos calentó los corazones.
Inmediatamente se comprendía que no se estaba
delante de un hombre común. Hacer servicio en armas para la Patria no es poco y tener buenos
comandantes era determinante para la carrera que habíamos iniciado.
Los meses pasados en aquella escuela
son inolvidables en nuestras vidas, cada día era una nueva conquista: el
entrenamiento, el estudio, los servicios cuyas reglas teníamos que
aprender y respetar. Todo tenía un significado bien preciso: estar listos para una acción sin reservas.
El Comandante Chiti
Aquella que hoy contamos es la
grandeza de aquel hombre que conocimos realmente sólo cuando tomó los hábitos y se hizo fraile capuchino no pudiendo mimetizar
mas su verdadera
naturaleza.
Padre Gianfranco Maria Chiti de
Gignese, un hombre de nuestro tiempo que, de General de los Granaderos se
convirtió en un fraile menor de los Capuchinos, mirando a San Francisco,
renovando su juramento de fe y siendo hoy un Siervo de Dios.
Su trabajo en vida fue incesante, su
voluntad de hierro nos forjó para poder superar cada obstáculo,... Recordarlo hoy es la mejor manera para seguir queriéndolo,
así como él nos quería.
Por eso queremos seguir difundiendo
sus pensamientos. Sus gestos siguen haciéndolo especial, inmortal, cada día más
cercano a los altares de los santos.
Participar para recordar al Padre
Gianfranco nos hace únicos y especiales, así como él quería, un gesto natural
para nosotros que lo hemos conocido... Su ejemplo y su obrar concreto son todavía hoy nuestra guía en el
camino de cada día.
Sus palabras resuenan en nosotros: "Sean alegres,
sean disponibles, sean y siéntanse orgullosos de vuestro rol en la Sociedad,
sean corteses y tengan altos los valores de la vida protegiendo la serenidad y la paz de
vuestro tiempo"
En su saludo a nosotros el 8 de agosto
1975 dijo: "Mi saludo para ustedes
quiere ser también mi última siembra, que espera aumentar en vuestras
conciencias y brotar en vuestra vida. ¡Que Dios os cuide!
Con obediencia y determinación dio vida
nuevamente al convento de San
Crispino, ayudado por sus soldados y por los fieles de Orvieto y por cada gesto
de generosidad, llegado ahí de cada parte de Italia. Al frente de la
majestuosa Catedral de la ciudad surge un oasis de paz, un lugar
cuyo ángulo y cada objeto hablan de él.
El 20 noviembre 2004 volٕó hacia arriba, llamado a la casa del Padre, para
protegernos a todos nosotros que
en su recuerdo seguimos volando, un poco perdidos, pero con el fuerte deseo de lograr lo que él nos
ha enseñado al volar en alto, en el cielo limpio,
hacia Dios.
Padre Gianfranco María Chiti viaja con
nosotros!
Cortesia de Serenella Zen - Croce Reale Italia
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