Por Ezequiel Toti*
Delegado
de Rinnovamento nella Tradizione – Argentina, y Benemérito de la Real Casa
Saboya
''…Los
príncipes no viven como se cuenta en las fabulas, quizás para mi fue un poquito
peor…''
Con esta frase, Amadeo de Saboya, actual
Jefe de la Casa Real de Saboya, inicia su recorrido biográfico ante el
periodista Alessio Porcu, la casualidad o la casualidad quiso que su bisabuelo
(con quien comparte el nombre) sea otro exponente de aceptación, sacrificio y
disponibilidad para ceñir una corona.
Este primer Amadeo (en realidad hubo otros
tantos Amadeo en la Casa Real, uno de ellos proclamado beato) vio la luz en 30
de mayo de 1845 a las 5 de la mañana en el Palacio Real, en Turín.
La corte de los Saboya se caracterizaba por
la sencillez y la austeridad, no eran
comunes los grandes banquetes pero si las Misas y la vida al aire libre, ya
desde chicos y bien temprano a la mañana los jóvenes Saboya iniciaban su día
con una ducha helada y lecciones de equitación.
Era hijo de Víctor Manuel II y de María
Adelaida de Austria, por lo tanto como hijo varón segundogénito no estaba
destinado a reinar ( y mucho menos en un país ajeno como España) pero el
destino le tenía preparado otro rol a este muchacho tímido y de mirada melancólica
que se autopercibía más apto para la vida militar que para el gobierno ya que al
comando de la brigada de granaderos de Lombardía en la batalla de Custoza fue
herido y mereció la medalla de oro.
Gigi Speroni nos relata que paseando en
carruaje por Turín con amigos, fue el conde Casimiro Balbo quien le habló por
primera vez de quien sería su mujer ‘’la muchacha que vive aquí prisionera solo
la puede salvar uno como Vos: su madre sostiene que saldrá o monja o mujer de
un príncipe’’, (la madre había enloquecido tras la muerte de su marido al punto
de dejar el cuerpo sin enterrar y hacer de su casa una suerte de convento) de
mas esta aclarar el efecto que hace en un verdadero hombre el romántico e
irresistible desafío de liberar a una doncella.
Balbo se refería a la princesa María
Victoria Dal Pozzo della Cisterna, mujer piadosa y culta que prefería visitar
museos y pintar antes que someterse al aburrido rol que tenían las damas de la
aristocracia italiana.
Tras algunas cartas de amor, visitas, y
aprobación medio a desgano de la Familia Real casó con la veinteañera princesa
en el Palacio Real frente al Santo Sudario, reliquia custodiada por los Saboya
hasta fines de los ’80 cuando fuera cedida por S.M. Humberto II al Papa Juan
Pablo II.
De esta unión nacieron sus hijos Emanuel
Filiberto, Víctor Emanuel y Luis Amadeo.
Ante la expulsión de Isabel II en España en
la revolución de 1868, se intentó buscar un soberano monárquico pero respetuoso
de la nueva Constitución democrática, en principio Amadeo rechazó el
ofrecimiento, pero el líder del progresismo español gral. Juan Prim retomó las
tratativas esta vez con el padre de Amadeo, al que tuvo que someterse con
sentido del deber de subdito y de hijo el 10 de octubre de 1870 aceptando así
convertirse en Amadeo I de España.
Como un presagio pocos días antes de llegar
a suelo español, su principal valedor el general Prim muere herido en un
atentado en las calles de Madrid, por este motivo su prioridad al llegar a su
nuevo país fue darle el ultimo adiós en la Iglesia de Atocha, el único saludo
que podría darle a quien en el confió para regir a sus compatriotas.
Apenas llegado hubo alguna que otra muestra
de simpatía, por ejemplo aquella cuando ingresaba encabezando con su cortejo a
caballo por España para ser coronado a pesar que le habían desaconsejado
exponerse por un posible atentado; en la entrada del palacio una dama le lanzó
una rosa, ante esto Amedeo se baja del caballo, la recoge y le agradece
sacándose el bicornio (sombrero militar del s.XIX) , ante este gesto surge un
inevitable aplauso de los españoles.
La jerarquía eclesiástica lo miraba con
mala cara por ser el por ser hijo del rey Victor Manuel II que se había
enfrentado por el Papa Pio IX por los Estados Pontificios, se rumoreaba ademas que Amadeo era masón de
alto grado (un astrologo diría que esto es producto de su sol en casa XII), por
otro lado la nobleza española desconfiaba de él
: Para 1872 su asistente y secretario Giovanni Dragonetti había
compilado una lista de nobles fieles al rey 2 de 82 duques, 20 de 753
marqueses, 30 de 546 condes, 10 de 70 vizcondes y 1 de 80 barones.
A esta altura, aun temprana de su gobierno,
su conducta tan ‘’sabauda’’ era
mirada con malos ojos por los españoles de su corte: El Rey suele dormir solo
cuatro horas, desayuna carne fileteada con papas y café amargo, luego de una
ducha helada sale a caballo para posteriormente a las ocho am recibir a sus
ministros, a los que llegaban tarde tenia la ‘’gentileza’’ de regalarles un
reloj.
Los apodos como ‘’muchachito con barba’’ o
‘’el rey macarrón I ‘’ lo preocupaban tan poco como la igualmente valida
posibilidad de un atentado, pese a esto salía sin escolta alegando que ‘’Los
Saboya no conocen la palabra peligro’’.
Tras un paseo por Madrid recorriendo el
paseo del Prado, pasando la Puerta del Sol, un carruaje obstruye el paso del
propio, demora que Amadeo aprovecha para voltearse y ponerle un chal en los
hombros a su mujer, con sorpresa advierte e a un hombre que le apunta con un
fusil, sin dudarlo se pone ante ella como escudo y grita ''Acá esta el rey!
dispárenme solo a mi’’ a lo que comienza
una serie de disparos que por suerte solo alcanzan a una víctima: un pobre
caballo del carruaje.
Sobre los conspiradores jamás se supo nada,
pero ante esta cobarde agresión, hubo muestras de solidaridad del pueblo que
iban desde aplausos al paso hasta telegramas y cartas de todas las provincias,
‘’Necesitaríamos un atentado cada día’’ bromeaba el rey entre copa de grappa y cigarros virginia.
En este mismo año para la Santa Navidad de
1872 firma su ‘’decreto más bello’’ como él lo llamaba, en el que queda abolida
la esclavitud en Puerto Rico, un gesto justo que no fue tan apreciado por los
terratenientes, a todo esto la división entre los progresistas no ayudaba.
Los artilleros dimitidos que tenían un
conflicto con el gobierno se entrevistaron con el rey para proponerle la
suspensión temporal de las Cortes y por tanto las garantías constitucionales
hasta armar nuevas elecciones, ante la posibilidad de una guerra civil producto
de la necesaria utilización de la fuerza, Amadeo decidió renunciar a la corona
pensando en el bien de España, su último discurso resulta muy esclarecedor:
[...] Dos años largos ha que ciño la Corona
de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la
era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los
enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como
sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada,
con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son
españoles…
A su hermano Humberto I, entonces rey de
Italia le habría dicho: ‘’De ahora en adelante, quiero dedicarme a mi mujer y
mis hijos, quiero vivir en la sombras’’, a esta frase, el hermano mayor y rey
de los italianos no pudo más que dar apoyo moral y también económico,
otorgándole un sueldo de 400.000 liras al año, ya que Amadeo y su mujer habían
dado todo su dinero a los españoles.
Su mujer que había fundado en España el
asilo para que las lavanderas madrileñas pudieran dejar a sus niños en manos de
educadoras, que hacía de mecenas ante los artistas y que soportaba estoicamente
el vacio que le hacia su propia corte tuvo un reconocimiento: Las lavanderas le
dejaron una corona de hierro en su tumba costeada por ellas mismas y con una
bandera bordada en rojo y gualda. Algunas personas y en especial las más humildes
tienen memoria.
Después de la muerte de María Victoria,
Amadeo volvería a casarse con la hija de su hermana Clotilde, una mujer mucho
más joven que él de nombre Leticia la que llevaba 24 años.
Acompañado de su mujer e hijos (menos el
menor que estaba de expedición), y de su hermano Humberto, aferrado a una cruz
de madera traída de España por su primer esposa, aquella mujer que tantas
aventuras le perdonó porque sabía que la amaba, cerró los ojos para siempre
reconciliado con la Iglesia como pudo evidenciarse en una carta publicada en la
Gazzetta del Popolo dirigida a Pio IX
y con la paz de saber que dio todo de sí.
Quizás quien mejor captó el espíritu de
Amadeo fue Giacomo Puccini quien le dedico su obra ‘’Crisantemi’’, una obra tan
melancólica como los ojos de Amadeo.
Fiel a la Constitución, su conducta coherente, leal y
desinteresada, pasa casi inadvertida en los manuales escolares de historia en
España que parece no solo menospreciar a un gobernante sino también a alguien
que como cualquier otro mortal supo aceptar que la vida nos lleva por caminos
que no teníamos planeados y que debemos afrontarlos con entereza.-
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