miércoles, 30 de mayo de 2018





La oligarquía mundialista que está imponiendo la anticultura de la muerte, a través de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y otras “instituciones” por el estilo, con la frialdad e intriga propia de las logias que las manejan, eligió el 13 de junio, un día antes del comienzo del Mundial de fútbol, para “debatir” el aborto en la cámara de diputados argentina. Se vale para eso, claro está, del gobierno y la supuesta oposición; que en este, y otros temas sensibles, muestran todo su servilismo a los poderosos del mundo, en desprecio de su pueblo, y, en especial, de los más débiles.
         Todos los imitadores del César, desde aquella Roma pagana, buscaron dominar a las personas, impidiéndoles pensar, con “pan y circo”. Antes se valían de los gladiadores y de los leones; hoy, entre otros, de uno de los deportes más bellos que, practicado rectamente, puede ser hasta una escuela de virtudes. En estas periferias australes, los nuevos Herodes y los nuevos Pilatos multiplican el circo, y acaban progresivamente con el pan… Y cual nerones de la posverdad, se solazan en mandar a la hoguera –especialmente a la mediática- a cuantos busquen dar testimonio del Señor de la Vida en abundancia (Jn 10, 10).
         Las crónicas argentinas registran, en estos días, el creciente malestar de amplias franjas de la población, por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; que traerá más sometimiento al extranjero a nuestras tierras. Bien sabido es, como lo documentó el recordado padre Juan Claudio Sanahuja, en su célebre libro Poder global y religión universal, que el Nuevo desOrden Mundial cambia plata a los países endeudados, por fomento de la promiscuidad, las perversiones y el antinatalismo; aborto incluido.
         No es una lucha contra la pobreza; es una guerra declarada contra los más pobres y débiles. Disfrazada de libertad sin límites y de democracia madura, se sirve del sexo libre, de la ideología de género, de la legalización de la droga y de la eutanasia, entre otros, para eliminar sectores enteros de la población. Un adicto que busca recuperarse, en pleno regreso al Padre (Lc 15, 11 – 32), me confió, entre lágrimas: “los mismos que nos están llenando de droga, nos quieren llenar de aborto. ¡Solo buscan matarnos; para ellos estamos de más! No quieren ampliar la mesa; quieren matar a los que comen”.
         El así llamado predebate en el parlamento muestra un desfile de oscuros personajes; muchos de los cuales reciben jugosos dineros de Planned Parenthood, y otras siniestras internacionales abortistas. Y para aparentar “democracia” y “pluralismo”, también tienen espacio algunos líderes provida; que deben hablar prácticamente ante sillas vacías, y sufriendo toda clase de desprecios y trampas. Todo sirve para imponer el pensamiento único, y obedecer a los verdaderos amos.
         Cuando fueron votados (los actuales gobernantes) el pueblo desconocía la iniciativa de ampliar la legislación que autoriza el aborto, advirtió nuestro Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer. ¡Y pensar que muchos votaron por ellos creyendo que eran “el mal menor”; sin percatarse de que, sucesivamente, este sistema así concebido solo nos lleva de grandes males, a males espantosos…!.
         Con un presidente que, pese a haber ido a un colegio católico y a una universidad católica, no sabe o no quiere hacerse la señal de la Cruz. Con un presidente que, para pretender quedar bien con Dios y con el diablo, dijo que él personalmente está a favor de la vida, pero que no piensa vetar la ley del aborto. Con un presidente que está rodeado de ministros y funcionarios declaradamente abortistas, y hasta blasfemos -como ese ministro de inCultura porteño que comió, públicamente, de una torta que representaba a Cristo yacente, horas antes de Corpus Christi-, poco y nada puede esperarse…
         La Verdad no está sujeta a votación. La vida inocente no se debate; se protege a ultranza, como imperativo de justicia social. No es una cuestión religiosa; es una cuestión científica. El niño por nacer no es parte del cuerpo de la mujer; es otra persona, alojada momentáneamente en el cuerpo de esa mujer, como ella misma lo estuvo en el cuerpo de su madre. Ninguna votación podrá cambiar la esencia de las cosas. Podrán, por circunstancial y manipulada mayoría, decidir que ese niño que está llegando no es un niño; seguirá siéndolo, y su sangre clamará al Cielo (Gn 4, 10). ¿Será acaso un signo de los tiempos que las aguas de un río argentino se hayan vuelto rojas, pocas horas después del 25 de Mayo, Día de la Patria? ¿El aparente vuelco de un líquido industrial no será, tal vez, un anticipo de la sangre que se arrojará impunemente, desde las entrañas de un país agonizante?
      Vivimos en una Argentina que llama “crueldad” a la matanza de una mascota, pero pretende llamar “libre elección” a la matanza de un niño. ¿Hacia dónde quieren arrastrarnos, señores gobernantes y presuntos opositores? No se metan con nuestros hijos. No permitiremos que, en nombre de supuestos derechos humanos, nos maten a los más indefensos de todos los humanos.
       Recordaba en mi artículo Aborto, excomunión e infierno que, “como establece el Código de Derecho Canónico, quien procura el aborto, si este se produce, incurre en excomunión latae sententiae; es decir, automática… Deben saber el señor Macri y todos los políticos que procuren el aborto que no podrán comulgar y acceder a los demás sacramentos; en tanto y en cuanto no se retracten y pidan públicamente perdón y realicen la correspondiente confesión sacramental. Y que si llegan a comulgar sin haberlo hecho cometerán un sacrilegio y estarán tragando su propia condenación (1 Cor 11, 19)… Deben saber el señor Macri y todos los políticos que procuren el aborto que los católicos creemos en lo que viene tras nuestra muerte: el juicio, el Cielo o el infierno. Y que a este último van los que mueren en pecado mortal y en enemistad con Dios. Y ese es un estado definitivo; del que no se sale con votaciones, ni con dinero, ni con presiones de las Naciones Unidas…”.
       Legal o ilegal el aborto mata igual, se escucha en las marchas por la Vida, en estos días, en innumerables plazas y calles del país; a través de las voces más esperanzadoras de los últimos tiempos. Son adolescentes, jóvenes, y adultos que están hartos de este colonialismo chupasangre; esclavista y humanicida, como bien lo definió el querido y admirado padre Alfredo Sáenz. Son una emergente mayoría hasta ahora casi silenciosa; integrada por quienes se saben amados y llamados a vivir en Cristo, desde antes de la creación del mundo (Ef 1, 4). Y que, aun sabiendo de que se trata de una cuestión científica, están honrados de saber que la cuestión religiosa está por encima de ella. Y que no están solos; que nosotros, sus padres, los sacerdotes, estamos con ellos. No pocos también en la calle, en los medios, en los espacios públicos, en todas las trincheras que sean necesarias…
       No pocos legisladores se presentan, todavía, como indecisos; esperando, seguramente, las encuestas de última hora. Están los que se dieron vuelta como una media -supuestamente a regañadientes- para no ser políticamente incorrectos. Y están los que se manifiestan abiertamente a favor del abominable crimen, como lo definiera el Concilio Vaticano II. Habrá que tomar debida nota del resultado final; para nunca más darles un voto o un peso. Y para que el laicado católico, ese gigante dormido, termine de despertarse…
       Sea cual fue fuese la votación seguiremos luchando, más que nunca, por la obra de Dios; que tiene en el hombre a la única creatura a la que amó por sí misma. Seguiremos luchando por la familia; la única posible, con papá, mamá e hijos. Seguiremos luchando por nuestros niños, por nuestros enfermos, por nuestros pobres, enfermos y ancianos. Ninguna ley positiva, inicua, perversa, ilegítima y antinatural, podrá robarnos a Cristo Rey, su Evangelio y su amadísima Iglesia.
       Este nuevo Corpus Christi, los católicos argentinos saldremos en procesión llevando al Señor; presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Sagrada Eucaristía. Y resonarán en nuestros corazones aquellos versos del Himno del Congreso Eucarístico Internacional, de 1934, en Buenos Aires: “Llevaron el Corpus por nuestros solares, los hombres que luego fundaban ciudades”… Seguiremos fundando hogares y ciudades. Seguiremos, hasta el regreso definitivo del Señor, trabajando por la Ciudad de Dios. Que es la única, absolutamente la única, digna del hombre…
+ Padre Christian Viña

La Plata, jueves 31 de mayo de 2018
Visitación de la Santísima Virgen María.-

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