sábado, 8 de febrero de 2014


Por Ezequiel Toti

Casi todos nos hemos preguntado alguna vez por nuestro apellido, ese patrimonio inherente a nuestro nacimiento al cual seria ilógico renunciar.
Los Bischeri fueron una notable familia florentina que desde el siglo XIII habían ocupado los roles mas importantes de dicha república oligárquica; la tradición dice que cuando se construía la Catedral de Santa Maria del Fiore, los Bischeri poseían varias casas en la zona del proyecto y que el gobierno les había propuesto una gran suma por ellas. Se dice que en las negociaciones los Bischeri se excedieron con sus pretensiones y el gobierno florentino impaciente les expropió las propiedades, algunas versiones menos realistas hablan de un sospechoso incendio.
El humor negro, tan típico de los toscanos, ha hecho muy pronto de este apellido un apelativo poco agradable que siempre quedó en el argot florentino como sinónimo de ingenuidad (por ser generoso) y de escasa astucia.
Saliendo del viejo continente, sin ir mas lejos en nuestra amada Argentina, tenemos el caso de la familia Crotto que en comparación ha salido prácticamente ilesa del ingenio popular lingüístico.
Siendo el Dr. José Camilo Crotto, gobernador de la provincia de Buenos Aires, decretó la ley por la cual no se perseguiría a los vagabundos, por el decreto numero 3 del 7 de enero de 1920 les dio facilidades para viajar gratis en vagones de carga vacíos y trasladarse como peones golondrina para distintos trabajos.
Con algo de tiempo los menesterosos también pasaron a llamarse ''Crotto''.
Nomen est omen decían los romanos -el nombre es el destino- y parece ser que también se cumple esto al revés.. a veces, aunque poco felizmente, el destino hace al nombre.

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