Por Ezequiel Toti
Santa Catalina (sobre la justicia), la valiente mujer que aun siendo iletrada (pero si evangelizada y que se atrevió a corregir a un Papa que pedía obediencia en detrimento de Cristo y bien podría ser una figura ejemplar para muchas jóvenes que eligen formas ideologizadas de femineidad) afirmaba según su doctrina política que en la obtención de la paz, la justicia juega un rol fundamental, pues no habiendo justicia en la sociedad no puede haber paz pues esta es necesaria para el crecimiento moral y social de un Estado.
Cabe destacar que su obra principal “Dialogo della Divina Provvidenza” poco antes de su muerte en el año y que fue dictada al igual que todos sus escritos, pero en esta es notorio que ha aplicado, fiel a la doctrina cristiana que ha sabido discernir el tomar de los romanos el derecho, de los griegos la filosofía y la democracia (fenómeno que se da por excelencia en ambientes cristianos) los principios teológicos y filosóficos que son la columna vertebral de una sociedad sana moralmente.
La política no es en su propia naturaleza algo malo, es por esto que nuestra obligación hoy mas que nunca es sembrar en ese terreno un autentico orden moral objetivo, sin negociar principios y valores, elevando políticos coherentes y firmes en sus convicciones religiosas.
Buscar la paz social, incluso la propia paz entre las Naciones sin antes gozar de la paz interior del alma o habiendo logrado la paz en nuestro entorno inmediato con nuestros seres queridos no solo resulta un acto hipócrita sino un autentico fracaso, pues aunque se logre la paz entre las Naciones si no hay paz en nuestros corazones se ha fracasado.
Mientras se priorice la paz social a costa de la ofensa religiosa y la degradación de las almas de los que fomentan el odio religioso con la excusa por ejemplo del arte, se cumplirá el famoso dicho de Winston Churchill: "El que se humilla para evitar la guerra, tiene primero la humillación, y después la guerra".
Solo que ante este caso, el humillado es una vez mas nuestro Señor y Salvador como en la cruz, que para sorpresa de los malvados, habiendo ya vencido la cruz vencerá también sobra la injusticia humana, pues es el manso cordero de sacrifico pero también el León de Judá.
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